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Cuando murió, Teresa no perdió tiempo en hacer ese bien en la Tierra. El convento recibió miles de historias que hablaban de curaciones, conversiones e intercesiones atribuidas a Teresa. En una historia conmovedora, Teresa se aparece a la priora de un convento empobrecido de Italia para darle quinientos francos, necesarios para la deuda de la comunidad.<ref>T. N. Taylor, ed., ''Soeur Thérèse of Lisieux, the Little Flower of Jesus (Hermana Teresa de Lisieux, la florecilla de Jesús)'' (New York:P. J. Kennedy & Sons, n.d.), págs. 339-40.</ref> Durante la Primera Guerra Mundial muchos soldados que habían leído la autobiografía de Teresa llevaban consigo reliquias suyas y colgaban su imagen de las paredes sucias de las trincheras. Un soldado francés cuenta sus espeluznantes experiencias en el frente. Él y otros rezaban el Rosario, y llamaban a la Hermana Teresa. Mientras la batalla se recrudecía, de repente la vio a los pies de uno de los cañones. Sonriendo, ella le dijo: «No temas, estoy aquí para protegerte». Ninguno de los soldados cayó; y pronto volvieron de la batalla sanos y | Cuando murió, Teresa no perdió tiempo en hacer ese bien en la Tierra. El convento recibió miles de historias que hablaban de curaciones, conversiones e intercesiones atribuidas a Teresa. En una historia conmovedora, Teresa se aparece a la priora de un convento empobrecido de Italia para darle quinientos francos, necesarios para la deuda de la comunidad.<ref>T. N. Taylor, ed., ''Soeur Thérèse of Lisieux, the Little Flower of Jesus (Hermana Teresa de Lisieux, la florecilla de Jesús)'' (New York:P. J. Kennedy & Sons, n.d.), págs. 339-40.</ref> Durante la Primera Guerra Mundial muchos soldados que habían leído la autobiografía de Teresa llevaban consigo reliquias suyas y colgaban su imagen de las paredes sucias de las trincheras. Un soldado francés cuenta sus espeluznantes experiencias en el frente. Él y otros rezaban el Rosario, y llamaban a la Hermana Teresa. Mientras la batalla se recrudecía, de repente la vio a los pies de uno de los cañones. Sonriendo, ella le dijo: «No temas, estoy aquí para protegerte». Ninguno de los soldados cayó; y pronto volvieron de la batalla sanos y salvos<ref>Cindy Cavnar, ed., ''Prayers and Meditations of Thérèse of Lisieux (Oraciones y meditaciones de Teresa de Lisieux)'' (Ann Arbor, Mich.: Servant Publications, 1992), pág. 172.</ref>. |