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El Génesis (4:1) dice que Adán conoció a su mujer por primera vez. La relación sexual no es el pecado original. El pecado original es el abandono de la conciencia Crística por desobediencia al Ser Crístico interior individualizado y a la Presencia del Cristo Universal manifestada en el Gurú. La procreación a través del sexo es solo una entre una variedad de condiciones de la alianza adánica, condiciones relativas a la vida del hombre caído y la mujer caída fuera del Jardín del Edén.   
El Génesis (4:1) dice que Adán conoció a su mujer por primera vez. La relación sexual no es el pecado original. El pecado original es el abandono de la conciencia Crística por desobediencia al Ser Crístico interior individualizado y a la Presencia del Cristo Universal manifestada en el Gurú. La procreación a través del sexo es solo una entre una variedad de condiciones de la alianza adánica, condiciones relativas a la vida del hombre caído y la mujer caída fuera del Jardín del Edén.   


El sexo, por tanto, tal como se practica actualmente en la Tierra, es el efecto y no la causa del pecado original. El sexo no es pecaminoso en sí mismo. Pero la humanidad ha convertido los abusos del fuego sagrado con el sexo en el mayor de los pecados desde su descenso de la gracia del jardín. Lo ha hecho al profanar voluntariamente el fuego sagrado en todos los centros sagrados de la percepción Divina (los chakras), al satisfacer las lujurias de la carne desobedeciendo los Diez Mandamientos.   
El sexo, por tanto, tal como se practica actualmente en la Tierra, es el efecto y no la causa del pecado original. El sexo no es pecaminoso en sí mismo. Pero la humanidad ha convertido los abusos del fuego sagrado con el sexo en el mayor de los pecados desde su descenso de la gracia del jardín. Lo ha hecho al profanar voluntariamente el fuego sagrado en todos los centros sagrados de la percepción Divina (los [[Special:MyLanguage/chakra|chakras]]), al satisfacer las lujurias de la carne desobedeciendo los Diez Mandamientos.   


Los siete sacramentos de la Iglesia y el octavo sacramento de la ley de la integración son un medio por el cual el hombre y la mujer pueden expiar los abusos de los siete rayos. En el hombre y la mujer redimidos, la relación sexual se convierte en un ritual sagrado perteneciente al sacramento del matrimonio. Este ritual se puede purificar limpiando la mancha del pecado original de desobediencia, así como del pecado secundario de la profanación lujuriosa de este ritual, restaurando la conciencia Crística en el hombre y la mujer.   
Los siete sacramentos de la Iglesia y el octavo sacramento de la ley de la integración son un medio por el cual el hombre y la mujer pueden expiar los abusos de los siete rayos. En el hombre y la mujer redimidos, la relación sexual se convierte en un ritual sagrado perteneciente al sacramento del matrimonio. Este ritual se puede purificar limpiando la mancha del pecado original de desobediencia, así como del pecado secundario de la profanación lujuriosa de este ritual, restaurando la conciencia Crística en el hombre y la mujer.