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Our Lady of Guadalupe/es: Difference between revisions

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Juan Diego y su tío Juan Bernardino eran de los primeros indígenas en México convertidos al cristianismo. El 9 de diciembre de 1531, Juan Diego se dirigía a honrar a María en la misa del sábado por la mañana, cuando una súbita e inesperada sinfonía de canto de pájaros lo detuvo; al prestar atención, el canto se detuvo abruptamente. En el silencio, una dulce voz lo llamó por su nombre.   
Juan Diego y su tío Juan Bernardino eran de los primeros indígenas en México convertidos al cristianismo. El 9 de diciembre de 1531, Juan Diego se dirigía a honrar a María en la misa del sábado por la mañana, cuando una súbita e inesperada sinfonía de canto de pájaros lo detuvo; al prestar atención, el canto se detuvo abruptamente. En el silencio, una dulce voz lo llamó por su nombre.   


Juan Diego subió al cerro nevado, de dónde provenía esa dulce voz. Allí, en lo alto del cerro, contempló a una doncella mexicana de radiante belleza, parecía tener unos catorce años. De ella fluían rayos dorados de luz en todas direcciones; todo lo que tocaba su radiante belleza estaba bañado por una etérea magnificencia, las rocas, los árboles y los cactus brillaban como joyas y oro. Elevado por la gloria de la que fue testigo, Juan Diego miró con calma a la doncella mientras ella le decía: "Yo soy la siempre virgen María, Madre del Dios verdadero". Madre María le explicó que quería que se construyera una iglesia en la colina, desde ahí “mostraré mi compasión a tu gente y a todas las personas que pidan sinceramente mi ayuda en su trabajo y en su dolor”. <ref>Michael S. Durham, ''Miracles of Mary: Apparitions, Legends, and Miraculous Works of the Blessed Virgin Mary'' (HarperSanFrancisco, 1995), pp. 102–3.</ref>   
Juan Diego subió al cerro nevado, de dónde provenía esa dulce voz. Allí, en lo alto del cerro, contempló a una doncella mexicana de radiante belleza, parecía tener unos catorce años. De ella fluían rayos dorados de luz en todas direcciones; todo lo que tocaba su radiante belleza estaba bañado por una etérea magnificencia, las rocas, los árboles y los cactus brillaban como joyas y oro. Elevado por la gloria de la que fue testigo, Juan Diego miró con calma a la doncella mientras ella le decía: "Yo soy la siempre virgen María, Madre del Dios verdadero". Madre María le explicó que quería que se construyera una iglesia en la colina, desde ahí “mostraré mi compasión a tu gente y a todas las personas que pidan sinceramente mi ayuda en su trabajo y en su dolor”.<ref>Michael S. Durham, ''Miracles of Mary: Apparitions, Legends, and Miraculous Works of the Blessed Virgin Mary'' (HarperSanFrancisco, 1995), pp. 102–3.</ref>   


Después de transmitir el pedido de la Santísima Virgen, Juan Diego visitó dos veces al Obispo en la Ciudad de México, quien le solicitó una prueba para demostrar que era verdad lo que decía. Madre María prometió darle una señal a Juan Diego en la mañana del lunes siguiente. Juan Diego no asistió a su cita porque cuidaba a Juan Bernardino que estaba enfermo y tenía una fiebre mortal. Juan Diego pasó por el cerro santo el martes por la mañana, mientras se dirigía a buscar a un sacerdote que le diera la extremaunción a su tío. Madre María bajó del cerro y se encontró con él en el camino, le dijo que Juan Bernardino había sido curado, y que como ella había atendido su recado, ahora él estaba libre para atender el suyo.   
Después de transmitir el pedido de la Santísima Virgen, Juan Diego visitó dos veces al Obispo en la Ciudad de México, quien le solicitó una prueba para demostrar que era verdad lo que decía. Madre María prometió darle una señal a Juan Diego en la mañana del lunes siguiente. Juan Diego no asistió a su cita porque cuidaba a Juan Bernardino que estaba enfermo y tenía una fiebre mortal. Juan Diego pasó por el cerro santo el martes por la mañana, mientras se dirigía a buscar a un sacerdote que le diera la extremaunción a su tío. Madre María bajó del cerro y se encontró con él en el camino, le dijo que Juan Bernardino había sido curado, y que como ella había atendido su recado, ahora él estaba libre para atender el suyo.