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Según Agustín, el deseo sexual, incluso el que conduce a la procreación, es malo. La lujuria y la muerte entraron al mundo al mismo tiempo, creía Agustín. Adán nunca habría muerto si no hubiera pecado. Y el castigo por su pecado no fue solo envejecer y morir, sino también experimentar una lujuria incontrolable. El deseo sexual fue, pues, el resultado directo de esta Caída.   
Según Agustín, el deseo sexual, incluso el que conduce a la procreación, es malo. La lujuria y la muerte entraron al mundo al mismo tiempo, creía Agustín. Adán nunca habría muerto si no hubiera pecado. Y el castigo por su pecado no fue solo envejecer y morir, sino también experimentar una lujuria incontrolable. El deseo sexual fue, pues, el resultado directo de esta Caída.   


Según Agustín, el deseo sexual, incluso el que conduce a la procreación, es malo. La lujuria y la muerte entraron al mundo al mismo tiempo, creía Agustín. Adán nunca habría muerto si no hubiera pecado. Y el castigo por su pecado no fue solo envejecer y morir, sino también experimentar una lujuria incontrolable. El deseo sexual fue, pues, el resultado directo de esta Caída.
Agustín creía que todos los descendientes de Adán estaban manchados por su lujuria. Como él mismo dijo, la "concupiscencia carnal" (lujuria) de Adán corrompió a "todos los que provienen de su estirpe". En otras palabras, la lujuria de un hombre convierte a todos los bebés en pecadores.<ref>Augustine, ''On the Merits and Forgiveness of Sins, and on the Baptism of Infants'' 1.10, in ''Nicene and PostNicene Fathers'', 5:19.</ref>


A través de esta enseñanza surge la idea de que el matrimonio, la procreación y los bebés mismos están contaminados por el pecado original. Al decirnos que nacemos pecadores porque fuimos concebidos a través del acto sexual, la Iglesia nos está poniendo a cada uno de nosotros bajo el peso de la condenación. Esta culpa nos afecta a niveles subconscientes y agobia a muchos católicos y ex católicos, sin mencionar a algunos protestantes que la absorbieron a través del pensamiento de Martín Lutero y Juan Calvino, líderes de la Reforma Protestante.   
A través de esta enseñanza surge la idea de que el matrimonio, la procreación y los bebés mismos están contaminados por el pecado original. Al decirnos que nacemos pecadores porque fuimos concebidos a través del acto sexual, la Iglesia nos está poniendo a cada uno de nosotros bajo el peso de la condenación. Esta culpa nos afecta a niveles subconscientes y agobia a muchos católicos y ex católicos, sin mencionar a algunos protestantes que la absorbieron a través del pensamiento de Martín Lutero y Juan Calvino, líderes de la Reforma Protestante.