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Serapis también encarnó como el rey espartano Leónidas (murió hacia 480 a.C.), que estuvo al mando de los griegos en su heroica resistencia contra la inmensa invasión Persa en el paso de las Termópilas, entrada a la Grecia central. | Serapis también encarnó como el rey espartano Leónidas (murió hacia 480 a.C.), que estuvo al mando de los griegos en su heroica resistencia contra la inmensa invasión Persa en el paso de las Termópilas, entrada a la Grecia central. |
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Serapis Bey es el chohán del cuarto rayo, jerarca del Templo de la Ascensión, en Lúxor, y el decimotercer miembro del Consejo de Adeptos del Templo de la Ascensión. También es conocido como Serapis Soleil, Serapis del Sol.
El cuarto rayo es la llama de la ascensión, la luz blanca de la Madre en el chakra de la base de la columna. De esa luz blanca surge la arquitectura, los principios de las matemáticas, los cimientos de la construcción del templo de la Materia y la pirámide del Yo. Ante la presencia de Serapis, uno conoce una concepción completamente distinta de lo que llamamos el Cristo, la persona real en todos nosotros.
Encarnaciones
Conocido como el Gran Disciplinario, Serapis llegó desde Venus con el Anciano de Días para volver a encender el fuego sagrado en el corazón de una humanidad rebelde. Su gran entusiasmo por recuperar a los hijos del hombre como reyes y sacerdotes para Dios se hinchó y se elevó comouna llama de voluntad, determinación y disciplina férrea.
Sumo sacerdote en el Templo de la Ascensión
Serapis fue un sacerdote del Templo de la Ascensión de la Atlántida. Como guardián de la llama de la ascensión, llevó la llama por el río Nilo salvaguardándola hasta Lúxor, justo antes de que se hundiera la Atlántida. Con sus propias palabras, Serapis nos ofrece un vislumbre de esta experiencia:
Recuerdo bien cuando se produjeron los primeros estruendos del hundimiento de la Atlántida. Porque, como sabéis, el hundimiento de ese continente llegó por etapas. Por la gracia de Dios, se dio un aviso que permitió que muchos escaparan. Y nosotros nos dirigimos a Lúxor…
Os preguntaréis por qué una llama espiritual necesita ser transportada por simples mortales. Siempre ocurre que los niños de la luz tienden a pensar que tales cosas deben suceder mágica y milagrosamente. Quizá algo del cuento de hadas se ha derramado sobre la religión y la gente se ha olvidado de que todo lo que ha sido forjado por Dios y el hombre ha sido un trabajo y un esfuerzo conjunto, arriba y abajo.
Os diré, pues, por qué esto es así: porque el único sitio en el que la llama puede morar, además del altar dedicado a eso, es el corazón vivo del adepto vivo[1].
En Egipto, Serapis y los hermanos que le acompañaban construyeron el Templo de la Ascensión; y ahí han protegido la llama desde entonces, alternándose en sus deberes mientras reencarnaban con ese único propósito.
Serapis Bey continuó reencarnando en la tierra del Nilo, renunciando a su propia ascensión hasta aproximadamente 400 a.C. Durante esas vidas llegó a ser el patrocinador de algunas de las proezas arquitectónicas más importantes que jamás se han producido en la Tierra.
Arquitecto de la Gran Pirámide
Serapis fue el arquitecto de la Gran Pirámide y El Morya fue el maestro constructor. La Gran Pirámide es la talla en piedra del registro del sendero de iniciación por el que el alma, comenzando en la Materia, la base de la pirámide, los cuatro lados, se eleva desde el centro de la pirámide hasta la cúspide. La elevación de esa llama es la meditación sobre la luz blanca que viaja en el cuerpo físico desde la base de la columna hasta la coronilla.
Jesús y El Morya explican que «la construcción de la pirámide del Yo es una construcción interior, pero la ecuación exterior debe conformarse, debe mostrar frutos, debe establecer el ejemplo para que otros puedan seguiros hasta el corazón de la Esfinge, hasta el mismísimo corazón del Gurú vivo, a quien representa la Esfinge, y hasta el corazón de la llama en la Gran Pirámide que está en la octava etérica (y no se encuentra en la pirámide de Giza, que es el cascarón que queda de su anterior foco y función debido al abuso de su energía por magos negros, falsos gurús y falsos chelas)»[2]
Amenofis III
Serapis estuvo encarnado como el faraón egipcio Amenofis III (reinó de 1417 a 1379 a.C. aprox.), hijo de Tutmosis IV y biznieto de Tutmosis III, una encarnación de Kuthumi. Su hijo y sucesor al trono fue Amenofis IV, más tarde conocido como Akenatón. Durante el reinado de Serapis Egipto estaba en la cumbre de la prosperidad, la paz y el esplendor, que eran la manifestación directa de la comunión de Serapis con su llama del corazón y con los maestros ascendidos, hasta llegar al Anciano de Días.
Amenofis III estaba considerado como el gobernante más grande de la Tierra. Mantuvo un alto nivel en las relaciones diplomáticas de paz con todos los países, durante la mayor parte de su reinado. Parte de la gran riqueza de su tesorería se gastó en la construcción de magníficos templos y palacios. Agrandó el ya existente Templo de Karnak del Nilo y construyó un gigantesco templo funerario, cuyos restos son conocidos actualmente como los Colosos, las estatuas monolíticas sentadas, descubiertas en la ribera. Quiso exteriorizar en piedra el conocimiento del orden jerárquico de iniciados, de maestros ascendidos, de reyes filósofos que habían caminado por la Tierra en la anteriores eras de oro.
Su construcción más importante fue la del templo de Lúxor, que permanece parcialmente intacto. Este templo encarnaba en su geometría y diseño la representación física de la ley esotérica que había sido transmitida a través del sacerdocio durante generaciones. Permanece como un libro de texto completo de ciencia, arte y filosofía avanzada. El templo de Lúxor es hoy el equivalente físico del retiro etérico que es el Templo de la Ascensión.
Leónidas
► Artículo principal: Termópilas
Serapis también encarnó como el rey espartano Leónidas (murió hacia 480 a.C.), que estuvo al mando de los griegos en su heroica resistencia contra la inmensa invasión Persa en el paso de las Termópilas, entrada a la Grecia central.
Aunque los persas tenían muchos más hombres que los griegos, Leónidas resistió el avance del ejército persa, bajo el rey Jerjes, durante dos días. Al tercero, cuando los persas se acercaron por la retaguardia y no hubo refuerzos a la vista, Leónidas despidió a la mayoría de sus hombres. Ayudado por los aliados griegos que quedaban, Leónidas y su guardia real espartana de trescientos hombres lucharon hasta el final. Su heroica resistencia permitió a la flota griega realizar una retirada para después derrotar a los persas. El ejemplo de Leónidas ha servido para dar continuidad a la chispa de identidad nacional de la nación griega.
Los historiadores citan esta batalla como un gran ejemplo de valor e intrepidez en la lucha por una causa con poquísimas posibilidades de éxito. El registro akáshico revela que los trescientos espartanos eran un reagrupamiento de trescientos chelas de Lúxor que estaban encarnados con Serapis. Tenían un tipo de hombría extraordinario. Actualmente algunos son maestros ascendidos, otros siguen encarnados.
En aquella época, la guerra era una guerra física contra dificultades físicas. Hoy tenemos la batalla de Armagedón contra maldades espirituales en altos puestos en la Iglesia y el Estado; la mente de Dios que consume lo contrario a la mente, el gran Yo que consume el yo irreal.
Fidias
Serapis Bey estuvo encarnado como el escultor Fidias, durante el siglo V a.C., en Atenas. Estaba considerado como el mayor de todos los escultores griegos. Fue el arquitecto del Partenón, supervisando su exquisita construcción maestra. En el Partenón colocó su obra más famosa, la estatua de cuarenta pies de oro y marfil de Palas Atenea, la representación de la figura de la Madre, la Diosa de la Verdad.
En el Partenón nos encontramos ante una obra arquitectónica diseñada por alguien que sabe cómo usar la forma, la simetría, la geometría, los ángulos, para acoger la llama. El campo energético del Partenón contiene una llama esencial, igual que el Templo de Lúxor y la Gran Pirámide.
Fidias también creó una enorme estatua de Zeus en oro y marfil, que estaba en el templo de Olimpia. Fidias también era pintor, grabador y maestro de metalistería. Su arte se caracterizaba por su exaltada belleza y espiritualidad. Vivió como la suprema personificación de la era de oro de los maestros artistas griegos que tuvieron una influencia permanente en todo el arte occidental posterior.
Hasta donde sabemos, Serapis Bey ascendió alrededor de 400 D . C .
Adoración en Egipto
En la era helenística, desde 323 hasta 31 a.C., Serapis se convirtió en uno de los dioses más importantes del panteón egipcio y del grecorromano. Fue reverenciado como patrón de los reyes ptolemaicos de Egipto y como la deidad fundadora de la gran ciudad de Alejandría. Existen numerosos escritos históricos sobre el íntimo contacto de Serapis con hombres de todo Egipto y Asia Menor, y hay más de 1 080 estatuas, templos y monumentos dedicados a Serapis Bey que fueron erigidos durante esa época.
Demetrio de Falero, fundador de la biblioteca de Alejandría bajo Ptolomeo I, fue curado milagrosamente de ceguera por Serapis y escribió cánticos de agradecimiento. Serapis hablaba con frecuencia a través de oráculos y ofreció consejo y realizó curaciones milagrosas de muchas personas. Hay una famosa historia verídica relacionada con Serapis que marcó una importante época en el establecimiento de éste como la deidad de más prominencia de Egipto y Grecia. El rey Ptolomeo i, gobernante de Egipto, recibió en sueños la visita de Serapis, quien le ordenó que llevara la estatua del dios a Alejandría. Tras vacilar y después de otro sueño con Serapis, el rey hizo traer la estatua con las bendiciones del Oráculo de Delfos y la instaló en el Serapium, o gran Templo, de Alejandría. Este es el templo que contenía la famosa biblioteca de Alejandría de trescientos mil volúmenes.
Se atribuyen muchos epítetos a Serapis, como el de «padre», «salvador» y «la mayor de las deidades». Estaba considerado como el patrocinador del contacto íntimo entre dioses y mortales, y en los anales de la tradición esotérica está considerado como el hierofante de los ritos iniciáticos secretos de Egipto. Los misterios menores estaban dedicados a Isis y destinados a los laicos. Los misterios mayores estaban dedicados a Serapis y Osiris y se transmitían sólo a los sacerdotes iniciados, que pasaban por ritos severos de pruebas e iniciaciones en el templo de Serapis.
Durante un período de seis a setecientos años, Serapis llegó a ser la deidad suprema de Egipto y Grecia. Sin embargo, a finales del siglo IV d.C. el emperador Teodosio emitió edictos contra el politeísmo y los cristianos se lo tomaron como una licencia para atacar a los paganos, incluyendo a los seguidores de las religiones de misterios. El obispo cristiano de Alejandría provocó a las muchedumbres para que destruyeran el gran símbolo del paganismo en Alejandría, el templo de los misterios del dios Serapis. Hicieron pedazos la enorme estatua de Serapis, que había inspirado a los devotos durante seiscientos años. La turba destruyó al menos una de las grandes bibliotecas de Alejandría.
Trabajando con la Sociedad Teosófica
Serapis Bey jugó un papel esencial en el impulso y la dirección inicial de los empeños de la Hermandad durante el siglo XIX. Entre las primeras cartas de los adeptos y maestros dirigidas a los fundadores de la Sociedad Teosófica, se encuentran las de Serapis Bey y la Hermandad de Lúxor.
Serapis se encargó personalmente de la dirección y el discipulado de la amanuense Helena Blavatsky y el Coronel Henry Steel Olcott, que era cofundador y presidente de la Sociedad Teosófica. Durante los seis meses anteriores a la formación de la sociedad, en 1875, Serapis envió muchas cartas de ánimo e instrucción al Coronel Olcott. Las cartas estaban escritas en su mayoría sobre gruesos pergaminos verdes con tinta dorada, firmadas a mano por Serapis, y tenían inscrito un símbolo esotérico de la Hermandad de Lúxor.
Las cartas dirigidas al Coronel Olcott se caracterizan por contener constantemente la exhortación de Serapis, «inténtalo». El maestro Serapis destacó la necesidad de tener valor e intrepidez, los mismos rasgos fuertes que él exteriorizó como Leónidas.
La misión de Serapis hoy
El maestro ascendido Serapis Bey ocupa actualmente un puesto muy importante entre los siete chohanes. El cuarto rayo es el punto medio entre tres rayos por un lado y tres por el otro. La figura central, el cuarto rayo, es clave porque es la fusión de la luz blanca y el nexo del flujo de la energía en forma de ocho. Ese punto de la llama de la Madre siempre está encarnado en el gurú en Oriente y en Occidente, la persona de la Madre en Sanat Kumara que se mueve en nosotros y a través de nosotros gracias a esa luz blanca.
La luz blanca es el fuego sagrado de la creación y su perversión se convierte en magia negra. Esto se vio en Egipto, el punto de concentración de la llama de la ascensión, cuando la Hermandad Negra de Egipto continuó con la práctica de la magia negra durante siglos y más siglos, desafiando la mismísima presencia de Serapis Bey en su templo.
El punto de redención para la Tierra se retrotrae a Lemuria, la Tierra Madre y la llama de la Madre misma. La Tierra tiene un karma enorme en relación con la llama de la Madre y las perversiones de la llama de la Madre que tuvieron lugar en Lemuria, en la zona donde actualmente se encuentra San Francisco y frente a la costa de California. Las perversiones de la luz de la Madre abrieron el camino a la profanación de los templos, la caída de los sacerdotes y las sacerdotisas, lo cual acabó en el abuso de las energías sexuales y las perversiones de la energía de la vida. El último acto fue el asesinato de la representante más alta de la Madre en Lemuria. La verdadera causa del hundimiento de Lemuria fue la profanación de la persona de la Madre y su llama.
Desde ese momento, la Tierra ha ido avanzando despacio hacia la era de Acuario cuando, una vez más, la luz de la Madre pudiera ser elevada en todos, tanto en el hombre como en la mujer, produciendo de nuevo el respeto hacia la mujer y la Madre así como una reunión de la Madre, la luz que se eleva desde la base, con la luz del Padre que desciende desde la Presencia YO SOY. Los próximos dos mil años están destinados a presenciar una elevación de la conciencia como no ha ocurrido desde las eras de oro de Lemuria.
El sendero de la ascensión es la resolución de esas fuerzas que son necesarias en nuestra conciencia, Padre, Madre, Hijo y Espíritu Santo, como los cuatro pilares del templo en nuestro interior. La gran lección de Gautama Buda fue que todo el sufrimiento tiene su causa en el estado de no alineamiento con la luz interior debido al deseo erróneo. Serapis Bey nos enseña a alinearnos con la voluntad interior del Ser. Sus enseñanzas se convierten en la piedra angular del arco de la jerarquía. Sin la luz blanca no podemos disfrutar de la integración de la identidad.
Serapis Bey, por tanto, se convierte en una clave de suma importancia, en un momento en el que existen tantos problemas en la sociedad. El aumento del crimen, los asesinatos, las violaciones, las drogas y demás es señal de la venida de la luz de la Madre, elevándose desde los altares de Lemuria. La luz en elevación se vuelve tan intensa que, a no ser que nos sumerjamos en ella y nos volvamos parte de ella, se convierte en la roca de la que habló Jesús: a menos que caigamos sobre esa roca y permitamos que nuestros conceptos erróneos sean quebrantados, la roca nos desmenuzará.[3]
Es la luz que resuelve la identidad, pero también es una luz tan poderosa que puede destruir la identidad falsa que se rebela contra ella. En el amanecer de la era de Acuario, el mundo está en rebelión contra la luz de Dios; y sin embargo, el mundo busca a Dios. La enseñanza de Serapis Bey y los misterios de la Hermandad de Lúxor contienen las respuestas que pueden resolver estas cuestiones.
Serapis Bey tiene legiones de serafines a sus órdenes. Posee un gran logro en la geometría y el diseño divino. Ayuda a sus discípulos en las autodisciplinas necesarias para la ascensión: la disciplina de los cuatro cuerpos inferiores para que el Cristo pueda aparecer y utilizarlos como vehículos para el servicio y el logro en el mundo de la forma; la disciplina de pasados impulsos acumulados de espirales negativas y de creación humana que se quieren cruzar en el camino de la llama de la ascension en formación en el corazón de todos los que evolucionan en el planeta mediante la aceleración de la llama trina.
El sendero de la ascensión
Su libro Dossier on the Ascension (Actas de la ascensión) es un libro de texto sobre el sendero de la ascensión. Contiene enseñanzas sacadas de las clases que él imparte en el Templo de la Ascensión. A través de él, podrá afianzar en su mente consciente aquello que aprenda en el Templo de la Ascensión mientras su cuerpo duerme por la noche. Serapis resume los requisitos necesarios para lograr la ascensión y ofrece una explicación y enseñanza exhaustiva sobre el proceso de la ascensión.
Serapis describe así lo que tiene lugar durante el ritual de la ascensión:
«Es cierto que aunque la forma de la persona pueda mostrar signos de envejecimiento antes de ascender, todo eso cambiará y la apariencia física de la persona se transformará en un cuerpo glorificado. La persona asciende, pues, no en un cuerpo terrenal sino en uno espiritual glorificado en el que la forma física se ha transformado en el instante del total sumergimiento en la gran llama Divina.
Por tanto, la conciencia que tiene el hombre de su cuerpo físico cesa, alcanzando un estado en el que no siente peso. Esta resurrección tiene lugar al envolver la gran llama Divina el remanente cascarón de creación humana y al transmutar, en un patrón de redes cósmicas, todos los patrones celulares de la persona: la estructura ósea, los vasos sanguíneos y todos los procesos corporales, que sufren una gran metamorfosis.
La sangre en las venas se transforma en luz líquida y dorada; el chakra de la garganta brilla con una intensa luz blanca y azul; el ojo espiritual en el centro de la frente se convierte en una alargada llama Divina que se eleva; el vestido de la persona queda completamente consumido y esta asume una apariencia como si estuviera vestida con una túnica blanca, la vestidura sin costuras del Cristo. Algunas veces los cabellos largos del Cuerpo Mental Superior [el Santo Ser Crístico] aparecen como oro puro en el ser que asciende; de igual forma, los ojos de cualquier color se pueden volver de un hermoso azul eléctrico o un violeta pálido…
Cada vez más ligera se vuelve la forma física y con la ausencia de peso, como el helio, comienza a elevarse en la atmósfera, desapareciendo la atracción de la gravedad y quedando la forma envuelta en la luz de la gloria exteriorizada que el hombre conoció con el Padre “en el principio”, antes de que el mundo fuese…
Estos cambios son permanentes y el ser ascendido puede llevar su cuerpo de luz consigo allá donde quiera, o puede viajar sin el cuerpo espiritual glorificado. Los seres ascendidos pueden aparecer en la Tierra, y lo hacen ocasionalmente, como comunes mortales poniéndose vestiduras físicas parecidas a las de la gente de la Tierra y moviéndose entre la gente con propósitos cósmicos. Eso es lo que hizo Saint Germain después de ascender, cuando fue conocido como el Hombre Maravilla de Europa. Una actividad así depende de la concesión de una dispensación por parte del Consejo Kármico[4].
(En general, sin embargo, los seres ascendidos no vuelven al plano físico a menos que exista un servicio determinado que necesite de este cambio en la tasa vibratoria).
Serapis nos dice: «Ascendéis diariamente». Nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestros actos cotidianos son sopesados en la balanza. No ascendemos de una vez, sino por incrementos, a medida que superamos nuestras pruebas y conseguimos nuestras victorias individuales. El registro entero de todas nuestras vidas anteriores e impulsos acumulados, tanto buenos como malos, debe ser considerado. Y entonces, cuando hayamos equilibrado con la pureza y armonía del Gran Yo Divino al menos el 51 por ciento de toda la energía que se nos ha asignado alguna vez, se nos podrá ofrecer el regalo de la ascensión. El restante 49 por ciento ha de ser transmutado, o purificado, desde las octavas ascendidas mediante el servicio a la Tierra y sus evoluciones.[5]
Serapis Bey, chohán de la llama de la ascensión y jerarca del Templo de la Ascensión en Lúxor (Egipto), nos habla a cada uno de nosotros:
Creáis vuestro futuro, igual que creasteis vuestro presente. Si no os gusta, Dios ha provisto una manera de cambiarlo y esa manera es mediante la aceptación de las corrientes de la llama de la ascensión[6].
Giuseppe Verdi captó la música de la ascensión en la «Marcha triunfal», de Aída. La nota clave del Templo de la Ascensión es «Liebestraum», de Franz Liszt, y la radiación de la Presencia Electrónica de Serapis Bey y su llama gemela se derrama con el aria «Celeste Aída».
Véase también
Para más información
Mark L. Prophet y Elizabeth Clare Prophet, Los Señores de los Siete Rayos (Lanto Espiritualidad).
Serapis Bey, Actas de la ascensión.
Notas
Mark L. Prophet y Elizabeth Clare Prophet, Los Maestros y sus Retiros, Volumen 2
- ↑ Serapis Bey, “The Mobilization of Spiritual Forces (La movilización de fuerzas espirituales)”, Perlas de Sabiduría, vol. 25, núm. 60.
- ↑ Jesús y El Morya, “The Order of the Good Samaritan (La orden del Buen Samaritano)” Perlas de Sabiduría, vol. 27, núm. 52, 28 de octubre de 1984.
- ↑ Mateo 21:44; Lucas 20:18.
- ↑ Serapis Bey, Dossier on the Ascension (Actas de la ascensión) (1979), págs. 158, 176-77.
- ↑ Además de equilibrar el 51 por ciento del karma propio, los requisitos para la ascensión incluyen equilibrar la llama trina, alinear los cuatro cuerpos inferiores, lograr cierta maestría en los siete rayos, alcanzar cierto grado de maestría sobre las condiciones externas, cumplir el propio plan divino, transmutar el cinturón electrónico y elevar la Kundalini.
- ↑ Ídem, pág. 89.