Hilarion/es: Difference between revisions

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<blockquote>Mi alma Lo conocía de antaño y trajo a mi mente exterior la memoria del voto interior. No era la primera vez que veía al Señor Cristo. Lo había visto antes de encarnar, y sin embargo tenía que resolver ese orgullo, ese karma en el quinto rayo de mucho aprendizaje, mucho estudio y una superioridad en la posición social e intelectual que tenía comparado con los primeros cristianos. Y así, mi propio karma que tenía encima era lo que me hacía resistirme a la llamada<ref>{{LSR-es}}, segundo libro, págs. 171–73.</ref>.</blockquote>
<blockquote>Mi alma Lo conocía de antaño y trajo a mi mente exterior la memoria del voto interior. No era la primera vez que veía al Señor Cristo. Lo había visto antes de encarnar, y sin embargo tenía que resolver ese orgullo, ese karma en el quinto rayo de mucho aprendizaje, mucho estudio y una superioridad en la posición social e intelectual que tenía comparado con los primeros cristianos. Y así, mi propio karma que tenía encima era lo que me hacía resistirme a la llamada<ref>{{LSR-es}}, segundo libro, págs. 171–73.</ref>.</blockquote>


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<blockquote>Mi Señor me persiguió mientras realizaba mi viaje por el camino a Damasco. Sí, amados, fui cegado, no por su luz sino por mi pecado y la alquimia de su luz penetrando en el registro del pecado en mi ser. Así, fui cambiado, convertido por el Espíritu del Señor en la plena manifestación de Jesucristo sobre mí<ref>Hilarión, “The Revolution of Truth (La revolución de la verdad)”, {{POWref-es|36|45|, 3 de octubre de 1993}}</ref>.</blockquote>
<blockquote>Mi Señor me persiguió mientras realizaba mi viaje por el camino a Damasco. Sí, amados, fui cegado, no por su luz sino por mi pecado y la alquimia de su luz penetrando en el registro del pecado en mi ser. Así, fui cambiado, convertido por el Espíritu del Señor en la plena manifestación de Jesucristo sobre mí<ref>Hilarión, “The Revolution of Truth (La revolución de la verdad)”, {{POWref-es|36|45|, 3 de octubre de 1993}}</ref>.</blockquote>
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Durante un período después de su conversión a Cristo, Pablo se retiró al desierto de Arabia. En Gálatas 1:16–18, Pablo escribe: «No consulté con carne y sangre, ni subí a Jerusalén a los que eran apóstoles antes que yo; sino que fui a Arabia, y volví de nuevo a Damasco. Después, pasados tres años, subí a Jerusalén».
Durante un período después de su conversión a Cristo, Pablo se retiró al desierto de Arabia. En Gálatas 1:16–18, Pablo escribe: «No consulté con carne y sangre, ni subí a Jerusalén a los que eran apóstoles antes que yo; sino que fui a Arabia, y volví de nuevo a Damasco. Después, pasados tres años, subí a Jerusalén».


Los comentaristas han especulado a menudo sobre lo que hizo Pablo durante su estancia en el desierto. Hilarión ha explicado que Jesús lo llevó «con otros a su retiro sobre Tierra Santa y en Arabia. He estado allí y he aprendido de él. Y eso fue mi estancia en el desierto, en meditación con él, llevado como estaba en mis cuerpos sutiles y preparado directamente de corazón a corazón»<ref>Hilarión, “Preach the Gospel of Salvation in Every Nation! (¡Predicad el evangelio de la salvación a todas las naciones)”, {{POWref-es|33|39|, 7 de octubre de 1990}}</ref>.  
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Los comentaristas han especulado a menudo sobre lo que hizo Pablo durante su estancia en el desierto. Hilarión ha explicado que Jesús lo llevó «con otros a su retiro sobre Tierra Santa y en Arabia. He estado allí y he aprendido de él. Y eso fue mi estancia en el desierto, en meditación con él, llevado como estaba en mis cuerpos sutiles y preparado directamente de corazón a corazón»<ref>Hilarión, “Preach the Gospel of Salvation in Every Nation! (¡Predicad el evangelio de la salvación a todas las naciones)”, {{POWref-es|33|39|, 7 de octubre de 1990}}</ref>.
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Puesto que en esa vida el apóstol Pablo había consentido el apedreamiento de san Esteban (el primer mártir cristiano) y había perseguido activamente y matado cristianos, no ascendió al final de esa vida. Cuando se mata en una encarnación con frecuencia se necesita otra para saldar ese karma.  
Puesto que en esa vida el apóstol Pablo había consentido el apedreamiento de san Esteban (el primer mártir cristiano) y había perseguido activamente y matado cristianos, no ascendió al final de esa vida. Cuando se mata en una encarnación con frecuencia se necesita otra para saldar ese karma.  
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El maestro ascendido Hilarión explicó por qué debió encarnar otra vez antes de ascender:  
El maestro ascendido Hilarión explicó por qué debió encarnar otra vez antes de ascender:  


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<blockquote>Recordad, pues, que nosotros, los apóstoles de Cristo, vinimos bajo la dispensación de la Ley que exigía que la persona saldara el cien por cien de su karma antes de que el alma pudiera entrar en la ascensión en la luz.<ref>Desde la inauguración de la nueva dispensación a principios del siglo XX, es posible ascender habiendo saldado el 51 por ciento del karma, siendo saldada la cantidad restante en los niveles internos, después de la ascensión.</ref> Así, tenía la exigencia de expiar en mi vida del apóstol Pablo, y en la siguiente como san Hilarión, los pecados que había cometido antes de recibir a mi Señor<ref>Hilarión, “The Revolution of Truth (La revolución de la verdad)”, {{POWref-es|36|45|, 3 de octubre 1993}}</ref>.</blockquote>
<blockquote>Recordad, pues, que nosotros, los apóstoles de Cristo, vinimos bajo la dispensación de la Ley que exigía que la persona saldara el cien por cien de su karma antes de que el alma pudiera entrar en la ascensión en la luz.<ref>Desde la inauguración de la nueva dispensación a principios del siglo XX, es posible ascender habiendo saldado el 51 por ciento del karma, siendo saldada la cantidad restante en los niveles internos, después de la ascensión.</ref> Así, tenía la exigencia de expiar en mi vida del apóstol Pablo, y en la siguiente como san Hilarión, los pecados que había cometido antes de recibir a mi Señor<ref>Hilarión, “The Revolution of Truth (La revolución de la verdad)”, {{POWref-es|36|45|, 3 de octubre 1993}}</ref>.</blockquote>
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=== San Hilarión ===
=== San Hilarión ===
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Jesús, que elevó a Pablo como su apóstol, lo patrocinó en una última encarnación como san Hilarión (aprox. de 290 a 372 d.C.), fundador del monacato en Palestina.  
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Jesús, que elevó a Pablo como su apóstol, lo patrocinó en una última encarnación como san Hilarión (aprox. de 290 a 372 d.C.), fundador del monacato en Palestina.
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Hilarión pasó veinte años en el desierto preparándose para su misión y sólo entonces obró su primer milagro: con Dios obrando a través de él, curó a una mujer de esterilidad capacitándola para tener un hijo. Desde ese día en adelante, llevó a cabo un ministerio de curación.
Hilarión pasó veinte años en el desierto preparándose para su misión y sólo entonces obró su primer milagro: con Dios obrando a través de él, curó a una mujer de esterilidad capacitándola para tener un hijo. Desde ese día en adelante, llevó a cabo un ministerio de curación.
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caption
Estatua de San Pablo, Basílica de San Pablo Extramuros, Roma

Hilarión es el chohán del quinto rayo de la curación y la verdad. Es el jerarca del Templo de la Verdad que está en el plano etérico, cerca de Creta, en Grecia.

Encarnaciones

Sumo sacerdote del Templo de la Verdad

Hilarión fue el sumo sacerdote del Templo de la Verdad en la Atlántida y transportó la llama de la Verdad junto con los artefactos del Templo a Grecia poco antes del hundimiento del continente. El foco de la Verdad que él estableció se convirtió en el punto de concentración de los Oráculos de Delfos, mensajeros de la Verdad que prestaron servicio bajo la dirección de Palas Atenea durante cientos de años, hasta que sacerdotes negros penetraron en la Orden de Delfos y pervirtieron la Verdad que se había traído. La Hermandad entonces retiró este servicio a la humanidad encarnada, puesto que la gente era incapaz de distinguir entre la Verdad y el error.

San Pablo

caption
San Pablo predicando en Atenas, por Rafael (1515)

Artículo principal: San Pablo

Hilarión encarnó después como Saulo de Tarso, que se convirtió en el apóstol Pablo. Hilarión ha recordado para nosotros su encuentro con el Cristo en aquella encarnación:

Jesús el Cristo lo llamábamos, y él nos llamaba como os llama a vosotros hoy día. Revivo los recuerdos de su venida a mí, otorgándome poder con su Palabra. Sin embargo, primero me humilló en aquel camino a Damasco, la humillación que tanto necesitaba para poder inclinarme ante mi propia llama Crística que él me reveló, al igual que me dio la clave para la meditación en esa llama para que pudiera seguir sus pasos en el quinto rayo de la ciencia, la curación, el apostolado y la prédica de la Palabra.

Con frecuencia me sentía como las manos, los pies y el corazón de Hércules, luchando con las espirales descendentes de la Tierra con su ateísmo, su agnosticismo, su orgullo espiritual y su rencor contra los profetas y el Santo de Dios, que había estado hacía tan poco tiempo entre nosotros. Pero entretanto recordaba que yo había formado parte de ellos. Haber sido tan orgulloso y tan deliberado contra la voluntad de Dios grabó en mi memoria para siempre la indefensión que todos tenemos como instrumentos de Dios. Pero el gran otorgamiento de poder de la Palabra llega, amados míos, en la hora de la conversión. No es en la hora del llamado, sino en la hora de la conversión cuando el alma responde con algo profundo. Es el fluir, es el dar, es la entrega cuando, como Él dijo, “dura cosa te es dar coces contra el aguijón…”.

Mi alma Lo conocía de antaño y trajo a mi mente exterior la memoria del voto interior. No era la primera vez que veía al Señor Cristo. Lo había visto antes de encarnar, y sin embargo tenía que resolver ese orgullo, ese karma en el quinto rayo de mucho aprendizaje, mucho estudio y una superioridad en la posición social e intelectual que tenía comparado con los primeros cristianos. Y así, mi propio karma que tenía encima era lo que me hacía resistirme a la llamada[1].

Mi Señor me persiguió mientras realizaba mi viaje por el camino a Damasco. Sí, amados, fui cegado, no por su luz sino por mi pecado y la alquimia de su luz penetrando en el registro del pecado en mi ser. Así, fui cambiado, convertido por el Espíritu del Señor en la plena manifestación de Jesucristo sobre mí[2].

Durante un período después de su conversión a Cristo, Pablo se retiró al desierto de Arabia. En Gálatas 1:16–18, Pablo escribe: «No consulté con carne y sangre, ni subí a Jerusalén a los que eran apóstoles antes que yo; sino que fui a Arabia, y volví de nuevo a Damasco. Después, pasados tres años, subí a Jerusalén».

Los comentaristas han especulado a menudo sobre lo que hizo Pablo durante su estancia en el desierto. Hilarión ha explicado que Jesús lo llevó «con otros a su retiro sobre Tierra Santa y en Arabia. He estado allí y he aprendido de él. Y eso fue mi estancia en el desierto, en meditación con él, llevado como estaba en mis cuerpos sutiles y preparado directamente de corazón a corazón»[3].

Puesto que en esa vida el apóstol Pablo había consentido el apedreamiento de san Esteban (el primer mártir cristiano) y había perseguido activamente y matado cristianos, no ascendió al final de esa vida. Cuando se mata en una encarnación con frecuencia se necesita otra para saldar ese karma.

El maestro ascendido Hilarión explicó por qué debió encarnar otra vez antes de ascender:

Recordad, pues, que nosotros, los apóstoles de Cristo, vinimos bajo la dispensación de la Ley que exigía que la persona saldara el cien por cien de su karma antes de que el alma pudiera entrar en la ascensión en la luz.[4] Así, tenía la exigencia de expiar en mi vida del apóstol Pablo, y en la siguiente como san Hilarión, los pecados que había cometido antes de recibir a mi Señor[5].

San Hilarión

St. Hilarion reading a book, a crude shelter above him
San Hilarión

Artículo principal: San Hilarión

Jesús, que elevó a Pablo como su apóstol, lo patrocinó en una última encarnación como san Hilarión (aprox. de 290 a 372 d.C.), fundador del monacato en Palestina.

Hilarión pasó veinte años en el desierto preparándose para su misión y sólo entonces obró su primer milagro: con Dios obrando a través de él, curó a una mujer de esterilidad capacitándola para tener un hijo. Desde ese día en adelante, llevó a cabo un ministerio de curación.

Curó a unos niños de fiebre invocando el nombre de Jesús, curó parálisis y expulsó muchos demonios. Las muchedumbres se agrupaban para ser curadas de enfermedades y de espíritus inmundos. Le seguían hasta los lugares más desolados y remotos. Él intentó esconderse muchas veces, pero siempre lo encontraban, obligándole a seguir su verdadero llamado, por el amor de Jesús.

Jerónimo, cuya biografía del santo provee la mayoría de la información que tenemos sobre él, escribe:

La frecuencia de sus señales en Sicilia atrajo a hombres enfermos y religiosos en multitud, y uno de los principales fue curado de hidropesía el mismo día en que llegó, y ofreció a Hilarión regalos sin límite. Pero obedeció al Salvador diciendo: “De gracia recibisteis, dad de gracia”.

Habiendo ocurrido un gran terremoto, el mar amenazaba con destruir el pueblo. Según Jerónimo, «el mar rebasó sus límites; y como si Dios estuviera amenazando con otro diluvio, o todo estuviera volviendo al caos primordial, los barcos fueron arrastrados hasta empinadas rocas y allí colgados».

Los habitantes, viendo estas montañas de agua acercarse a la orilla, corrieron a llamar a Hilarión y, «como si lo llevaran a una batalla, le pusieron en la orilla. Y cuando hubo trazado tres señales de la cruz sobre la arena y extendido sus manos contra las olas, parecía increíble a qué altura el mar se hinchó y se detuvo ante él. Entonces, embravecido y como si indignado por la barrera, se retiró poco a poco».

Hacia el final de su vida, el santo de la gente, porque lo habían declarado de ellos, se retiró a un lugar en Chipre tan remoto que estaba convencido de que nadie lo encontraría. Incluso era un lugar encantado; pensó que la gente tendría miedo de acercarse. Pero un paralítico se las arregló para arrastrarse hasta allá, encontró a Hilarión, fue curado y corrió la voz.

Y así fue que el santo terminó sus días en aquel valle, con mucha gente yendo a verle. Después de que falleciera, sus seguidores lo enterraron allí, como él deseaba, pero a los varios meses su discípulo más íntimo, Hesiquio, lo desenterró de la tumba en secreto y llevó el cuerpo a Palestina.

El maestro ascendido Hilarión nos contó una revelación que recibió en su última encarnación física en la Tierra como el gran sanador y ermitaño de los desiertos de Palestina y Chipre:

¡YO SOY Hilarión! ¡He caminado en los lugares desiertos! Me he refugiado en el desierto de la vida, pero las multitudes me persiguieron en el desierto cuando viví mi última encarnación como Hilarión. Venían buscando la fuente curativa; venían buscando amor. Aunque yo me retiraba, ellos me seguían. Y así, el Señor me dijo que el don de la Verdad y de la curación es sólo para compartir, sólo para regalarlo[6].

Hilarión tenía el don de la curación de manera abundante. Los sanadores grandes y verdaderos de la humanidad, los que pueden llevar a las almas al punto de resolución y plenitud con el toque de la mano o una simple orden, «¡sé sano!», son enviados por Dios. La marca de identidad del verdadero sanador es que camina a la sombra de su poderosa Presencia YO SOY, que es humilde ante Dios y el hombre y que da toda la gloria a Dios por las obras que Dios realiza a través de él, sabiendo que no es más que un instrumento del Espíritu Santo. Estos santos de Dios se mantienen en un segundo plano y no dicen que poseen el don de la curación.

La misión de Hilarión de hoy

La melodía «Onward, Christian Soldiers» (Adelante soldados cristianos) se puede poner para atraer la radiación de Hilarión a nuestro mundo. A través de esta música podemos sentir hoy el mismo fervor y celo que hizo posible que Pablo, hace dos mil años, inspirara a los primeros cristianos a establecer la Iglesia de Cristo en Asia Menor y después por todo el mundo conocido. Él nos infunde el valor necesario para que realicemos nuestra misión hoy, con estas palabras:

¡Así, os digo, apóstoles del Altísimo, poneos en camino! El cambio de campos energéticos, el cambio de botas es lo que causa el temblor en las rodillas. ¡Levantaos y poneos manos a la obra, os digo! ¡Izquierda, derecha, izquierda, derecha, dad otro paso, avanzad! Descubriréis lo que Dios quiere que hagáis. ¡No hace falta sentarse a pensar! Hay trabajo, trabajo en la acción del Espíritu Santo. Está la alegría del servicio que es verdadera hermandad y verdadera comunidad.

Descubrid lo que Dios desea que averigüéis sobre vosotros mismos sumergiéndoos en el gran flujo cósmico, el flujo continuo de servicio. Descubrid qué es la enseñanza viviendo la enseñanza. Y descubrid lo que tenemos para vosotros, en Creta, como nuestra tarea como representantes de la Verdad[7].

Retiro

Artículo principal: Templo de la Verdad

La Hermandad de la Verdad en el retiro de Hilarión, sobre Creta, utiliza la llama de la curación, la ciencia y la constancia concentrada allí. Trabajan con los que se han quedado desilusionados con la vida y la religión y con el prójimo que ha representado mal o que ha malinterpretado la Verdad, y por eso se han vuelto ateos, agnósticos o escépticos.

Los Hermanos de Creta también trabajan con médicos y científicos para ayudarlos en sus investigaciones. Usted puede llamar a Hilarión pidiendo curación y plenitud, la conversión de las almas y que la verdad sea expuesta en los medios de comunicación.

Véase también

Chohanes

Hermandad de la Verdad

For a specific healing dispensation from Hilarion, see Emerald-teal ray.

Para más información

Mark L. Prophet y Elizabeth Clare Prophet, Los Señores de los Siete Rayos (Lanto Espiritualidad)

Elizabeth Clare Prophet, Hilarion the Healer: The Apostle Paul Reborn

Notas

Mark L. Prophet y Elizabeth Clare Prophet, Los Maestros y sus Retiros, Volumen 1, “Hilarión.”

  1. Mark L. Prophet y Elizabeth Clare Prophet, Los Señores de los Siete Rayos (Lanto Espiritualidad), segundo libro, págs. 171–73.
  2. Hilarión, “The Revolution of Truth (La revolución de la verdad)”, Perlas de Sabiduría, vol. 36, núm. 45, 3 de octubre de 1993.
  3. Hilarión, “Preach the Gospel of Salvation in Every Nation! (¡Predicad el evangelio de la salvación a todas las naciones)”, Perlas de Sabiduría, vol. 33, núm. 39, 7 de octubre de 1990.
  4. Desde la inauguración de la nueva dispensación a principios del siglo XX, es posible ascender habiendo saldado el 51 por ciento del karma, siendo saldada la cantidad restante en los niveles internos, después de la ascensión.
  5. Hilarión, “The Revolution of Truth (La revolución de la verdad)”, Perlas de Sabiduría, vol. 36, núm. 45, 3 de octubre 1993.
  6. Mark L. Prophet y Elizabeth Clare Prophet, Los Señores de los Siete Rayos (Lanto Espiritualidad), segundo libro, pág. 181.
  7. Ídem, pág. 185.