Milarepa

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Milarepa (1040–1143) es el reverenciado santo y poeta del budismo tibetano. Logró una gran maestría en los poderes yóguicos, como la levitación y el vuelo por el aire. Está representado característicamente con la mano derecha detrás de la oreja o cerca de ella. Algunos han conjeturado que esto indica que es un shravaka, un discípulo del Buda, un «escuchador» (Shravaka significa «oír, escuchar»). Otros creen que el gesto también puede simbolizar la capacidad de Milarepa de conservar enseñanzas y doctrinas budistas en su oído. Milarepa fue un maestro de las enseñanzas esotéricas del tantra, que se transmitían oralmente de gurú a discípulo.

Milarepa, thanka de Bután (finales del siglo XIX - principios del siglo XX)

La historia de su vida

Los tibetanos reverencian universalmente a Milarepa como un gran santo budista que llegó a estar completamente iluminado. La historia de su vida y sendero constan en una biografía escrita por uno de sus discípulos. En ella, Milarepa relata a sus estudiantes los acontecimientos de su vida, desde su práctica de las artes negras cuando era joven y su penitencia y período de prueba bajo un Gurú de la Verdadera Doctrina, hasta su iniciación en el «Sendero de Luz» y la práctica que tenía de renuncia y meditación.[1]

Milarepa aprendió las artes negras con el fin de vengarse de sus malvados parientes. Durante la fiesta de bodas de su primo, derriba la casa de su tío mediante brujería, provocando la muerte de todos los invitados. Cuando los habitantes de la aldea intentan vengar la matanza, él crea tormentas de granizo y destruye sus campos.

Sintiendo un profundo remordimiento por tales actos, Milarepa marcha en busca de un gurú que le enseñe el verdadero dharma. Un lama le aconseja que acuda al monasterio del Valle del Trigo para encontrar al «más digno entre los hombres más dignos»: Marpa el Traductor. «Entre tú y él existe una conexión kármica, que viene de vidas pasadas», dice el lama. «A él debes acudir».

Milarepa encuentra a su instructor y gurú, Marpa, y comienza un riguroso sendero de discipulado. Soporta muchas dificultades. Antes de ser aceptado como discípulo, Marpa le hace construir una casa para hacer que la derrumbe después, sólo para comenzar de nuevo. Esto ocurre cuatro veces.

Las paredes de estas casas representan los muros de magia negra que Milarepa ha erigido en su subconsciente. La magia negra es el abuso del fuego sagrado de la Madre Divina. Practicada en el pasado o en el presente, es muy vinculante, produciendo estados distorsionados y desalineados así como líneas de energía irregulares. Milarepa tenía que estar dispuesto a derrumbar los muros de magia negra y construir de nuevo. Al construir y derrumbar, Milarepa desmantelaba su cinturón electrónico. El trabajo exterior era el signo del trabajo interior que estaba teniendo lugar.

Durante este proceso, Milarepa también desaprendía las falsas enseñanzas de los oscuros que le impartieron el conocimiento de la manipulación de la energía. Tuvo que superar la práctica de la magia negra y saldar el karma de sus malos actos. Cuando finalmente se ganó el derecho de ser chela de un verdadero maestro, su orgullo había sido quebrantado y, con humildad, caminó por la senda del logro.

 
Milarepa, the One Who Harkened, Nicholas Roerich (1925)

Las lecciones de la vida de Milarepa

El maestro ascendido Lanello ha hablado de las lecciones de la vida de Milarepa:

¿No estaba Milarepa constantemente construyendo y derrumbando casas? Porque Marpa, su gurú, exigía la excelencia y, en última instancia, exigió de Milarepa esa excelencia. Cuando Marpa aceptó a Milarepa como pupilo, le advirtió: «Si te imparto la Verdad, dependerá totalmente de tu perseverancia y energía el que alcances la liberación en una vida o no».[2]

Con el tiempo Marpa pidió a Milarepa que construyera cuatro casas, cada vez diciéndole, después de que la construcción estaba muy avanzada, que la derrumbara completa o parcialmente. Cuando Milarepa llamó la atención de Marpa al hecho de que tenía las manos y las piernas cortadas y contusionadas así como grandes heridas que rezumaban en la espalda, Marpa dijo: «… Si realmente vas en busca de la Verdad, no presumas así de tus servicios, mas continúa esperando con paciencia y trabajando con constancia hasta que tu tarea de construcción esté completamente terminada»[3].

De este incidente, Milarepa dice: «Considerando para mí mismo que tal era el deseo de mi Gurú, creí que debía continuar y actué como me fue ordenado. Por tanto, ahora tomaba mis cargas y las llevaba enfrente de mí, y así realizaba el trabajo». Después comprendió que «era porque había cometido unos actos tan terriblemente malvados en la anterior parte de mi vida que ahora tenía que sufrir esas torturas atroces e indescifrables al principio mismo de mi búsqueda de una Fe y Doctrina para emanciparme».[4]

Cuando Milarepa hubo pasado las iniciaciones, Marpa le explicó: «Hijo mío, sabía que eras un digno shishya [discípulo] desde el principio… Y fue con el propósito de purificarte de tus pecados que te hice trabajar tan duro en las cuatro casas. Las casas simbolizan… las cuatro clases de acción, representando cada casa una de las cuatro, a saber, la pacífica, la poderosa, la fascinante y la severa, respectivamente.

»Quise a sabiendas llenar tu corazón de arrepentimiento y tristeza amargos, al borde de la desesperación, volviéndote del revés ignominiosamente. Y tú, por haber soportado todas esas tribulaciones con paciencia y humildad, sin el menor cambio de tu fe en mí, tendrás, como resultado, discípulos llenos de fe, energía, inteligencia y bondadosa compasión, dotados desde el principio de las cualificaciones esenciales de los dignos shishyas»[5].

Acordaos del yogui, amados. Acordaos de que si deseáis lo suficiente salir de la jaula del yo, ¡saldréis y os trascenderéis a vosotros mismos!

¿No se sentó Milarepa en una cueva obedeciendo a su gurú? ¿No se volvió verde de tanto comer ortigas y, sin embargo, no se quiso mover de su cueva hasta que recibió la clave de su victoria? Cuando queráis algo lo suficiente, amados, lo tendréis.

Por tanto, Padma Sambhava y yo acudimos a vosotros. Y os recordamos la enseñanza que dice que vuestro llamado obliga nuestra respuesta. Si vuestro llamado es un pequeño y débil llamado, a medias, recibiréis una pequeña y débil respuesta, a medias.

Pero si, con el fervor de vuestro corazón, mente y ser, clamáis a Dios y a la Gran Hermandad Blanca por todos los que sufren en la Tierra; y si ofrecéis poderosas invocaciones cuando andáis de arriba a abajo por la noche, amados; si hacéis esto todos los días con la intensidad que ofreceríais a Dios si, por ejemplo, tuvierais en vuestros brazos a un niño muriéndose y estuvierais suplicando por su vida, estableceréis un lazo tal con el corazón de la Divinidad ¡que ninguna oración lícita que ofrecierais durante el resto de vuestra vida se os negaría!

Y la intensidad del poder de Dios que se os concedería a cambio de eso sería suficiente como para, literalmente, mover las montañas de vuestro karma y abrir el camino de la resolución a través de vuestro Santo Ser Crístico y el Dios Armonía, ese gran ser cósmico que anima la armonía de Dios[6].

En la era de Acuario, los maestros ascendidos enseñan que el trabajo de Milarepa se convierte en el trabajo interior que consiste en deshacer los malos actos de nuestras vidas y karma pasados. Debemos reconstruir nuestra casa mediante el esfuerzo, el servicio y el uso de la ciencia de la Palabra hablada y la llama violeta.

Como dice Lanello,

Esto exigirá tiempo y trabajo duro, pero podéis hacerlo, amados. Vosotros podéis y debéis corregir esas cosas que sólo vosotros podéis corregir. Porque habéis construido una estructura defectuosa y lo único que podéis hacer es derrumbarla y construir de nuevo[7].

Notas

Mark L. Prophet y Elizabeth Clare Prophet, Los Maestros y sus Retiros, Volumen 1, “Milarepa”.

  1. Véase W. Y. Evans-Wentz, ed., Tibet’s Great Yogi Milarepa: A Biography from the Tibetan (El gran yogui del Tíbet, Milarepa: biografía del tibetano), 2ª ed. (1951; reimpresión, New York: Oxford University Press, Galaxy Books. 1976).
  2. Ídem, pág. 91.
  3. Ídem, pág. 105.
  4. Ídem, págs. 106, 128.
  5. Ídem, págs. 133, 134–35.
  6. Lanello, “I Am Sent to Father You and to Mother You (Me envían para que sea para vosotros un padre y una madre)”, Perlas de Sabiduría, vol. 38, núm. 37, 27 de agosto de 1995.
  7. Ídem.