Doce tribus de Israel

From TSL Encyclopedia
Revision as of 06:08, 10 January 2024 by PeterDuffy (talk | contribs) (Created page with "Se equivocan. Y sus tácticas de «divide y vencerás» han asumido un nuevo curso en esta era. Ello consiste en aprovecharse de la realidad de la comprensión interior que tiene la gente de Dios de que, en efecto, la Tierra es una sola, y pervertir ese conocimiento de modo que el karma y el dharma del pueblo de las naciones se destruya y ellos se vean forzados a someterse a un sistema totalitario que les quite su genio natural y su vocación proveniente de las moradas d...")
Other languages:

Se suele considerar que la historia de las doce tribus de Israel comienza con Abraham, el progenitor y primer patriarca del pueblo hebreo. Pero en realidad su historia en la Tierra comienza mucho antes, con la venida de Sanat Kumara, el Anciano de Días, que llegó en una misión de rescate en el momento pésimo y más oscuro de la historia de la Tierra.

Mosaic showing the symbols of the twelve tribes, Jerusalem.

El Consejo Cósmico que gobierna el destino de la Tierra decretó la disolución del planeta y sus evoluciones, porque todas las personas de la Tierra habían olvidado el Origen y la llama trina.

En ese punto, Sanat Kumara, jerarca de Venus, acudió al Consejo Cósmico y dijo: «Me ofrezco a ser el salvador de la Tierra. Me ofrezco a guardar la llama de la Tierra hasta que haya alguien entre los hombres que despierte hacia el conocimiento de la Ley». Sanat Kumara recibió la oportunidad de venir a la Tierra a guardar la llama.

The incarnation of the lightbearers

Cuando los portadores de Luz de Venus, Mercurio y otros hogares planetarios se enteraron de que Sanat Kumara se había ofrecido para defender las evoluciones de la Tierra, ellos se ofrecieron a ir con él; y fueron aceptados. Y así, cuando Sanat Kumara llegó a la Tierra, con él llegó un séquito de portadores de Luz para establecer Shambala, su retiro en la Isla Blanca del mar de Gobi (que ahora es el desierto de Gobi, en China).

Quienes vivieron con Sanat Kumara debían encarnar de acuerdo con un destino prestablecido entre las naciones de la Tierra. Su misión era ser portadores de Luz que enseñaran a la humanidad el camino de la Trinidad, el camino de la llama trina, el camino del fuego sagrado y que le recordaran su origen. Así, debían llegar a Oriente y a Occidente y debían venir a enseñar a los hombres el camino del Padre y el camino de la Madre.

En Occidente, los portadores de Luz que encarnaron para servir a la luz son conocidos como las doce tribus de Israel. En Oriente, ellos forman las escuelas de misterios que siguen la tradición del Gurú y el chela. En cada caso, este grupo de almas tiene la finalidad de transmitir, de generación en generación, en una cadena íntegra con su inicio en Lemuria, las verdaderas enseñanzas de la religión del Padre y la religión de la Madre.

Abraham’s Journey from Ur to Canaan, József Molnár (1850)

Las doce tribus: progenie de Sanat Kumara y Abraham

En Occidente, la evolución de las doce tribus en la tradición judeocristiana ha sido una historia de desobediencia y castigo y luego redención. En el Antiguo Testamento hay una historia sobre el juicio al pueblo de Israel que se produce una y otra vez a través de evoluciones rezagadas.

La búsqueda en Occidente se ha centrado en torno a la meta de encontrar la gracia ante los ojos de Dios al encontrar al Cristo, el Mediador, y llegando a ser amigos de Dios, como lo fue Abraham a través de ese Cristo.[1] Este sendero se cumple en la persona de Jesucristo.

La historia escrita sobre estos portadores de Luz en Occidente, las doce tribus de Israel, comienza en la Biblia, en el Génesis, capítulo 12, cuando Dios promete la bendición a Abraham: «Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición»[2].

En el capítulo 15, Dios dice a Abraham (cuando aún se lo conocía como Abram): «Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia»[3]. Entonces Dios le dijo a Abraham que hiciera un sacrificio. Él así lo hizo y Dios les habló de un karma que le sobrevendría a su progenie:

Mas a la caída del sol sobrecogió el sueño a Abram, y he aquí que el temor de una grande oscuridad cayó sobre él. Entonces el SEÑOR dijo a Abram: Ten por cierto que tu descendencia morará en tierra ajena, y será esclava allí, y será oprimida cuatrocientos años. Mas también a la nación a la cual servirán, juzgaré yo; y después de esto saldrán con gran riqueza. [Esta es una profecía sobre el cautiverio de las doce tribus en Egipto].

Y tú vendrás a tus padres en paz, y serás sepultado en buena vejez. Y en la cuarta generación volverán acá; porque aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí.[4]

Sanat Kumara eligió a Abraham como padre de los israelitas, el cual recibiría, en su vejez, gracias a Sarah, a su hijo Isaac. Isaac a su vez tendría a Jacob. Jacob traería al mundo a doce hijos, que serán los progenitores de las doce tribus.

Así, Abraham es el gran patriarca de los portadores de Luz, elegido para traer a la progenie de Alfa. Estas almas llegaron con la misión específica de ser testigos del Dios verdadero en medio de la idolatría, en medio de la gran oscuridad de Oriente Próximo, como la que se vio en Sodoma y Gomorra. Llegaron para ilustrar la bienaventuranza de servir a Dios, de recibir y conservar la profecía y las revelaciones y, sobre todo, ser el canal a través del cual naciera el Mesías.

 
Joseph’s brothers sell him into slavery, Konstantin Flavitsky (1855)

Los doce hijos de Jacob

En 1900 a. C. aproximadamente Dios confirió su bendición a Isaac, hijo de Abraham: «Y se le apareció el SEÑOR esa misma noche y dijo: “YO SOY el Dios de tu padre Abraham; no temas, porque estoy contigo, y te bendeciré, y multiplicaré tu progenie por mi siervo Abraham”»[5]. Es muy curioso que el SEÑOR bendiga a cada generación de portadores de Luz, lo cual significa que la bendición no se produce de forma automática con la transferencia hereditaria, sino que llega a partir de su restablecimiento para cada generación.

El hijo de Isaac, Jacob, recibió a su vez la bendición del SEÑOR muchos años después y otra bendición cuando luchó con el ángel, el Arcángel Miguel, quien lo purificó de su mal permitiéndole así recibir la unción del nombre «Israel».[6]

Jacob tuvo doce hijos, nacidos de sus cuatro esposas. Estos fueron ungidos por Sanat Kumara como portadores de la progenie de luz para el cumplimiento final del destino de los portadores de Luz. Su hijo favorito fue el undécimo, José, a quien le hizo una túnica de diversos colores. Esta túnica es el símbolo del Cuerpo Causal de los hijos de Israel. Jacob eligió a José para que llevara esa túnica porque vio que este tenía la mayor manifestación de la conciencia Crística y que podía llevar la llama de la mezcla de todos los rayos de colores del Cuerpo Causal. José, por tanto, recibió su derecho de nacimiento de su padre, Israel.

 
Jacob Blessing Ephraim and Manasseh, Benjamin West

Pero los hermanos de José sintieron celos de él. Primero planearon matarlo, pero después decidieron venderlo como esclavo. José fue llevado a Egipto, donde se ganó la confianza del Faraón y llegó a ser su mano derecha. Cuando la sequía y el hambre acosaron la tierra, Jacob y sus once hijos fueron a Egipto en busca de alimentos. José les reveló su identidad y la familia volvió a estar unida. Los doce hermanos volvieron a estar unidos como un solo mandala. Como muestra de su amor por José, Jacob tomó consigo a sus dos hijos, Manasés y Efraín.

Los doce hijos de Jacob son Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulón, José, Gad, Aser, Dan, Neftalí y Benjamín. Los descendientes de cada hijo se convirtieron en las doce tribus y cada una de ellas asumió el nombre de su patriarca. En las primeras listas se nombra a José como una de las tribus. En listas posteriores se omite a Leví y se sustituye a José por sus hijos, Efraín y Manasés. Así es como Leví se convirtió en la decimotercera tribu, la que está en el centro del círculo ocupando el cargo de Cristo y la llama del sacerdocio.

Antes de morir, Jacob dio su última bendición a sus doce hijos y les dio una profecía sobre las tribus y su destino. Esto consta en el Génesis, capítulo 49.

 
Moses and the Israelites, Jacob de Wit (1737)

Advertencia y bendición a las doce tribus

Tras muchos años, los descendientes de los hijos de Jacob que vivían en Egipto se multiplicaron hasta tal punto, que el Faraón se sintió amenazado por su cantidad y su poder. Los esclavizó y ordenó que todos los varones hebreos fueran ahogados al nacer.

Moisés nació durante esta peligrosa época, pero su madre le salvó la vida poniéndolo a flotar en el Nilo en una cesta. La hija del Faraón lo encontró y lo crio como a un hijo propio. En respuesta al llamado de Dios, Moisés condujo a su pueblo desde Egipto hacia la Tierra Prometida. Tras cuarenta años vagando por el desierto, los hebreos, bajo el liderazgo de Josué, entraron y conquistaron la Tierra Prometida, la tierra de Canaán.

Antes de marchar, Moisés da una bendición y una advertencia a estas doce tribus y entrega la antorcha a su chela, Josué. Con esas palabras de despedida, Moisés los reprende y profetiza que, aunque les ha advertido que caminen con rectitud y elijan la vida y no la muerte, tropezarán; se volverán tercos; olvidarán sus palabras en cuanto se haya marchado. Estas palabras constan en el último capítulo del Deuteronomio.

Moisés les advirtió que no se mezclaran con las naciones vecinas, dándose a sus Dioses, casándose con su gente. Esas naciones vecinas pertenecían a los Néfilim y los caídos. Y Moisés predijo que se llegarían a asociar con ellos, que seguirían sus caminos y su idolatría. Él predijo que, si lo hacían, eligiendo así su culto de muerte, les sobrevendrían las maldiciones del SEÑOR; es decir, que les sobrevendría el juicio o karma por sus acciones.

Al final del escrito se encuentra la bendición de Moisés a las doce tribus antes de que falleciera. En esto se observa el gran amor de Sanat Kumara a través de Moisés hacia cada una de las doce tribus. Anteriormente está la reprimenda y la afirmación de su karma y sus defectos, pero en esta bendición todos son elogiados. También hay una profecía sobre lo que llevarán a cabo. Estas profecías están ocultas y se basan en el simbolismo. El sello de esa bendición contiene el plan divino y la oportunidad de conseguir la victoria para cada una de las doce tribus, sosteniendo cada tribu una línea de los doce puntos de nuestro reloj cósmico iniciático.

Moisés fue el Gran Gurú de las doce tribus de Israel. Actualmente vivimos en un momento en que todas las promesas de Dios a través de los profetas para restaurar la memoria de las tribus y para restaurar la Tierra Prometida está a punto de cumplirse; profecías acerca de la transmutación del karma formuladas con las palabras: «Y nunca más me acordaré de sus pecados»[7].

 
Map showing the territories of the twelve tribes

The dispersion

Joshua divided the conquered territory among the tribes according to God’s direction. The only tribe that did not receive territory was the tribe of the Levites. The Levites led the people in worship, were responsible for teaching God’s Law and performed other religious functions. The twelve tribes formed a loosely knit confederacy bonded together by their religious covenant with God. They were each in charge of their own territory, but in time of crisis they banded together to fight a common enemy.

Después de que falleciera Josué, las tribus fueron dirigidas por jueces. Estos eran principalmente líderes militares carismáticos levantados por Dios para defender al pueblo contra las intrusiones de las naciones vecinas.

Durante el período de los jueces, entre 1200 y 1030 a. C., los israelitas empezaron a rendir culto a dioses paganos, los dioses del materialismo, los dioses de los ángeles caídos. Dios los castigó por su idolatría y su apostasía permitiendo que otras naciones los hostigaran y atacaran. Esos invasores se apoderaron de sus tierras y sus campos de cultivo y les exigieron tributo.

Cuando los israelitas se arrepintieron y obedecieron las leyes de Dios, el SEÑOR otorgó poder a los jueces para que defendieran su causa, y así volvieron a disfrutar de paz. El patrón de desobediencia y castigo, arrepentimiento y liberación se repitió una y otra vez. El liderazgo de los jueces se terminó cuando el pueblo le exigió a Samuel, último juez de Israel: «Queremos que nos gobierne un rey para ser como las demás naciones»[8]. Los israelitas creían que su confederación tribal no era suficientemente fuerte para protegerse de la amenaza de los ejércitos filisteos.

Samuel le dijo al pueblo que su deseo de tener a un rey suponía un rechazo a Dios. De hecho, demostraba que su sintonización con la Presencia de Dios viva que los acompañaba había disminuido y que habían olvidado la constante liberación que Dios le había proporcionado manifestándose ante ellos a través del Arcángel Miguel, el Arcángel Gabriel y todas las huestes celestiales. Y así, buscaron poder en un ser humano, un líder y un rey.

Samuel accedió a sus exigencias a regañadientes ungiendo a Saúl como rey, pero les advirtió que una monarquía les oprimiría. Cuando Saúl murió, David llegó a ser rey de Israel después de un corto período durante el cual el hijo de Saúl gobernó sobre las tribus del norte. Salomón sucedió al trono a su padre, David, y aunque trajo prosperidad y paz al país, también sobrecargó al pueblo con impuestos y esclavitud.

Poco después de la muerte de Salomón, aproximadamente en 922 a. C., las diez tribus del norte se rebelaron contra el hijo de Salomón y heredero al trono, Roboam. Estas tribus formaron su reino, llamado Israel, gobernado por su propio rey. Las tribus de Judá y Benjamín formaron el reino del sur, más pequeño y pobre, llamado Judá.

Durante unos cincuenta años después de la división del reino, Israel y Judá tuvieron una guerra civil por la demarcaciones territoriales. En parte como resultado de sus peleas, los dos reinos perdieron territorio, del que se apoderaron las naciones vecinas. En los siglos que se sucedieron, Israel y Judá se volvieron más y más vulnerables debido a sus recaídas. El profeta Oseas, predicando en el reino del norte, denunció la creciente corrupción social, el culto a los dioses paganos y el declive moral. Les advirtió que habían violado su alianza sagrada con Dios y que tendrían que pagar por ello.

En 721 a. C. los asirios, bajo Sargón II, conquistaron el reino del norte de Israel y forzaron la deportación de la mayoría de la gente a Asiria. Esto supuso el fin del reino del norte. Debido a que el destino de las diez tribus del norte es desconocido, se las denomina como las diez tribus perdidas. La creencia generalizada es que jamás regresaron a su patria.

Con la desaparición del reino del norte, Judá se convirtió en vasallo de Asiria. Después, en el siglo VII a. C., se convirtió en vasallo del Imperio babilonio. Durante este período turbulento, el profeta Jeremías predicó el inminente juicio de Dios sobre Judá por su pecaminosidad. Jeremías les advirtió que, si el pueblo no se volvía completamente hacia su Dios, encontraría el mismo destino que Israel a manos de un «mal del norte»[9].

Judá, como Israel, era culpable de idolatría, apostasía, corrupción y degeneración moral. Habían erigido altares llenos de dioses ajenos a los que rendían culto junto al SEÑOR. La prostitución sagrada del culto a la fertilidad se practicaba en el Templo de Jerusalén. Algunos incluso participaron en la práctica pagana del sacrificio humano, haciendo «pasar por el fuego sus hijos y sus hijas a Moloc»[10].

La profecía que el SEÑOR pronunció a través de Jeremías se cumplió. El rey de Judá se rebeló contra los babilonios y en 597 a. C. el rey babilonio Nabucodonosor sitió Jerusalén y deportó al rey junto con los líderes de Judá.

En 587 a. C. los babilonios destruyeron Jerusalén totalmente, saqueando, quemándolo todo, hasta el Templo, y deportando a todo el mundo excepto unos pocos habitantes. En 582 a. C. se produjo otra deportación. Aunque se les había arrebatado su tierra, las condiciones de los exiliados no eran desfavorables. Los judíos se hicieron agricultores, mercaderes, comerciantes, soldados, incluso funcionarios del gobierno, alcanzado algunos la riqueza.

La venida del Mesías

En 538 a. C. el rey persa Ciro, conquistador de Babilonia, emitió un decreto con el que permitía a los judíos regresar a Jerusalén y reconstruir el Templo. La mayoría de ellos habían olvidado y no les importaba su herencia. Solo regresó un pequeño remanente de las tribus, la mayoría de sus componentes pertenecientes a las tribus de Judá y Benjamín. Se llevaron consigo los recipientes del templo que les habían quitado en 587 a. C. y reconstruyeron el templo de Jerusalén.

Este período fue de preparación para la venida del Mesías. Ahora comprendemos que la preparación para la venida de Jesús había comenzado con Sanat Kumara, Abraham, Isaac, Jacob y sus doce hijos. Pero ¿qué les sucedió?

En aquella época, vivía en Egipto y en la Media Luna Fértil un conglomerado de gentes. Algunas rendían culto a Baal y a Astarot. Era una generación rezagada, descendientes de la Atlántida. Eran los que condenaron a los profetas, los que rechazaron a Noé, los que se mofaron de él.

Y en medio de esos rezagados que habían llegado de otras esferas, que se habían quedado atrasados en sus evoluciones planetarias, ahí nació un pueblo de gran luz, el pueblo que había venido con Sanat Kumara, gente que pertenecía a las huestes angélicas. Todos se mezclaron en la Media Luna Fértil, y los grandes patriarcas y los profetas intentaron constantemente separar a la gente de luz de la gente de la oscuridad. Incluso recibieron el decreto que les prohibía unirse en matrimonio con quienes veneraban ídolos y a otros dioses. Y continuamente les recordaban quién era su Dios.

Pero ellos no hicieron caso de sus instructores y profetas. Se mezclaron la progenie de luz y oscuridad; exactamente lo mismo que vemos actualmente en todas las naciones de la Tierra. La Serpiente los venció. Pecaron. Se rebelaron contra Dios. Por tanto, les faltó la comunidad y el foco físico de la Gran Hermandad Blanca.

Lo que quedó fue un remanente muy pequeño de portadores de Luz; y así, en vez de llegar al reino de Israel, Jesús nació bajo el Imperio Romano. Al sufrir la inmediata persecución de Herodes, él y su familia tuvieron que huir a Egipto.

Jesús vino como un avatar solitario y tuvo que enfrentarse a toda Babilonia como Iglesia y a toda Babilonia como Estado. Se enfrentó al sacerdocio que había invadido al pueblo de Israel, que había destruido la verdadera esencia de la enseñanza de Moisés y Sanat Kumara.

Debido a que ya habían perdido su verdadera raza y se habían mezclado con los pueblos de Canaán y de la Media Luna Creciente, la mayoría de las doce tribus habían puesto en peligro su conciencia Crística, que les habían dado los profetas. Por tanto, no reconocieron al Cristo en Jesús.[11]

Sin embargo, él vino. Y cuando levantó a sus apóstoles y les dio su manto para que fueran tras las ovejas perdidas de la casas de Israel, les estaba enviando a encontrar a los portadores de Luz de las tribus perdidas, aquellos que habían perdido su identidad, habían olvidado quién eran y estaban esparcidos por doquier. Los envió a través de Asia Menor. Llegaron hasta India e Italia. Por todo el mundo conocido fueron en busca de los portadores de Luz.

Las doce tribus en la actualidad

¿Qué fue de las doce tribus? Después del ministerio de Jeremías, se esparcieron por la faz de la Tierra.

Las diez tribus del norte han reencarnado entre los llamados Gentiles. Algunos estudiosos han querido seguir la pista de la migración física de estas tribus a Europa, Rusia y las Islas Británicas. Estudian el origen de los escudos y blasones familiares de las distintas ciudades y estados de las doce tribus, cuyos emblemas se derivan de la última bendición que Jacob dio a sus hijos. También consideran que las profecías de Jacob y Moisés acerca de las varias tribus se han cumplido en la historia de las distintas naciones europeas.[12] Tanto si estos estudios demuestran ser válidos gracias a un linaje físico como si no, no sabemos si las tribus permanecieron intactas como mandala a nivel del alma. Las tribus han ido descendiendo, muchas de ellas siguiendo la fe cristiana, aceptando al Mesías, pero olvidando su origen como miembros de esas diez tribus.

Las tribus de Judá y Benjamín, en el sur, y algunos de los levitas que estaban con ellas recordaban que eran judíos, pero no percibieron el cumplimiento de la profecía de la venida del Mesías.

Los miembros de las doce tribus son las legiones de Sanat Kumara. Han llevado la llama de la verdadera Israel por todas las escuelas de misterios, en Cámelot, en la escuela de Crotona, en los ashrams de India y Asia. Allá donde ha habido un núcleo de portadores de Luz y el reconocimiento del Origen y el Mediador (el YO SOY EL QUE YO SOY y el Cristo), allá ha tenido lugar la reunión, de nuevo, de los Israelitas diseminados por la faz de la Tierra como progenie de Abraham, que se convirtió en la progenie del Cristo a través de David.

La Biblia es un escrito sobre cómo triunfaron y fracasaron esas almas que vinieron a través de Abraham. Las doce tribus tienen un trabajo que hacer y nacen para lidiar con una energía determinada. Vemos que su fracaso a lo largo del Antiguo Testamento hasta su dispersión final se basa en el hecho de que no han emprendido y realizado este trabajo.

Habiendo heredado el karma de las doce tribus, este es el karma que tenemos actualmente. Como portadores de Luz, aquellos que llevan la semilla de luz, tenemos la responsabilidad de transmutar todo lo que consta en el Antiguo y el Nuevo Testamento.

Hoy, nuestra misión es comprender quiénes somos, dónde encajamos en el mandala de estas doce tribus y, luego, saldar el karma en que han incurrido las doce tribus. Al saldar ese karma con la llama violeta, con invocaciones, eliminaremos los campos energéticos, las islas de oscuridad que mantienen separadas a las doce tribus y también a los miembros de cada tribu. La carga de este karma es la razón por la que las tribus no tienen un sentido de identidad propia hoy día; y los verdaderos miembros de las tribus no tienen ninguna idea de quién son.

Jesucristo encarnó para buscar a las ovejas perdidas de la casa de Israel, aquellos que habían perdido la memoria de haber pertenecido a la luz de Sanat Kumara. Y nosotros, hoy, somos un remanente de esas tribus. Los portadores de Luz que encarnan en todas las épocas en Oriente y Occidente son los mismos miembros de las doce tribus de Israel.

La profecía del Antiguo Testamento, por tanto, es nuestra herencia. Salir de Egipto, cruzar el mar Rojo, ir a la Tierra Prometida y luego desobedecer y ser castigados, todo eso es lo que hemos vivido colectivamente en nuestras encarnaciones en Occidente.

 
Embarkation of the Pilgrims, Robert Walter Weir (1857). Many of the early settlers of America saw themselves as a new Israel.

El Nuevo Mundo, tierra prometida para la reunión de las doce tribus

Al seguir la historia de las tribus reencarnadas observamos un destino muy especial para los hijos de José y las dos tribus de Efraín y Manasés. Estos dos hijos de José, habiendo recibido la mayor bendición, la bendición personal de Jesucristo en la persona de José, teniendo su semilla, son los que están llamados a revertir el pecado de los otros hermanos de la casa de Jacob. Los otros hermanos habían cometido grandes pecados en su día y los han cometido hasta el presente.

También vemos que José se casó con la hija de un sacerdote egipcio y, por tanto, la progenie de Egipto y los antiguos faraones, incluso los descendientes de Akenatón y Nefertiti y la religión monoteísta, se encuentra en esas dos tribus. Marcharon a las Islas Británicas y se convirtieron en el núcleo del pueblo angloparlante en Britania, Estados Unidos y el resto del mundo.

A ellos se les encomendó que fueran portadores del cáliz de la conciencia Crística y que llevaran la lengua inglesa a todo el mundo a través de la colonización y el descubrimiento, de forma que, cuando las enseñanzas del YO SOY EL QUE YO SOY se volvieran a entregar a los hijos de Israel, estas estuvieran en lengua inglesa, la lengua escogida porque es la que refleja más la lengua angélica, que es la fuente de la enseñanza original que se dio al pueblo original de Israel. Por tanto, el destino de los pueblos de habla inglesa era llevar esa conciencia Crística al nuevo mundo.

 
Great Seal of the United States (reverse)

El nuevo mundo, Estados Unidos, es la tierra prometida por el SEÑOR Dios a los hijos de Israel. Se les dijo que serían llevados a una tierra nueva y que recibirían una nueva dispensación. Los primeros escritos de la historia del país muestran que los padres fundadores de los Estados Unidos sabían que ellos eran el pueblo de Israel, que eran los herederos de esa promesa y que habían llegado a un nuevo mundo para fundar la Nueva Israel, la Nueva Jerusalén, la nueva escuela de misterios, el nuevo lugar de la dispensación. Vemos esto en el Gran Sello de los Estados Unidos, con el Ojo Omnividente de Dios en la piedra cúspide de la pirámide, como foco de la misión de las doce tribus.

Hasta en el nombre, América , se revela el origen y el destino de la nación. Las letras del nombre, cuando se reorganizan, dicen Raza YO SOY.[13] Esta raza es la de los hijos de Israel que han aceptado su realidad Divina, que conocen a Dios como el YO SOY que se le reveló a Moisés.[14] Estos hijos de Israel han sido llamados a los Estados Unidos como una reunión de los elegidos de los cuatro vientos,[15] de los cuatro rincones de la Tierra, para producir la conciencia Crística y después llevarla a todas las naciones. Esta es la misión de los israelitas en los Estados Unidos fundados sobre la escuela de misterios de los trece estados fundadores, Cristo y sus apóstoles.

Así, vemos que la emigración, grandes filas de peregrinos, primero de las Islas Británicas, los hermanos Manasés y Efraín, y luego de las tribus de los varios países europeos, forman los cimientos de los Estados Unidos.

Seguir la pista de la progenie de luz

Nos retrotraemos, por tanto, a la historia de Jacob y la llegada de las doce tribus para descubrir nuestra propia historia. Al entender nuestra historia, entendemos la bendición que tenemos. Cuando estudiamos las promesas que los profetas y los patriarcas nos han hecho, cuando hacemos las invocaciones, estamos sobre la roca de Cristo y tenemos la confirmación de la Palabra a través del Arca de la Alianza.

Estas tribus tienen un destino que cumplir. Ese destino es unirse bajo el estandarte del YO SOY EL QUE YO SOY, la Presencia de Dios individualizada en cada uno de nosotros en quien arde la llama de Dios. A través del Espíritu del Cristo vivo, estamos destinados a ser una importante potencia mundial.

Las doce tribus de Israel hoy día no son un linaje sanguíneo de doce tribus, pero su linaje se puede explicar con la reencarnación. La progenie de Abraham se dispersó. Su gente continuó reencarnando, conteniendo siempre esa semilla. Por tanto, puede ser que no ocuparan cuerpos semejantes al pueblo semita. Bien podrían ser chinos, indios, del continente africano o de cualquier raza. Pero han vuelto.

La semilla que llevan es el núcleo de la conciencia Crística. Todos quienes poseen la conciencia Crística provienen de esa semilla. Y encontramos una línea divisoria. Uno encuentra a gente de todas las religiones que niega esa Llama, esa esencia, ese Espíritu, y que niega la oportunidad de que el individuo se convierta en esa Cristo. Otros han sabido desde el principio que eran Cristo, que eran esa Llama, que eran esa Realidad. Otros lo han sabido con otro nombre y se han opuesto con fuerza al nombre de Cristo, pero al comprender su verdadero significado, se dan cuenta de que es la Presencia interior con la que ellos también han comulgado.

En el séptimo capítulo del Apocalipsis encontramos la profecía en la que se habla de sellar a los siervos de Dios en la frente, doce mil por cada una de las doce tribus, un total de 144.000, los cuales también aparecen en el capítulo 14 como los que estaban reunidos alrededor del trono del Cordero, que es Sanat Kumara. Y así, en el Apocalipsis se encuentra la crónica en curso sobre las doce tribus y su triunfo sobre todo lo que es revelado.

Nuestro destino como las doce tribus

Las doce tribus de Israel no han mantenido una identidad continua a lo largo de estos milenios. Pero nuestra gran victoria yace en el hecho de que la identidad está en la Llama Interior. Nadie nos puede quitar esa llama de luz, la Llama de Dios, la Palabra del principio, el recuerdo de las enseñanzas de Oriente y Occidente, la relación instantánea con el YO SOY EL QUE YO SOY y la comprensión de que Cristo no estaba solo en Jesús, sino que está en nosotros. Cuando encuentres a gente con esa conciencia habrás encontrado a miembros de la casa de Israel y Judá.

El genio de las doce tribus se encuentra en todas las naciones. Todas ellas son campos energéticos para el desarrollo de la conciencia Crística a través de las doce tribus y cada una de las naciones de la Tierra es una oportunidad para que los portadores de Luz dominen una iniciación determinada de un chakra determinado.

Hoy vemos que las doce tribus se han enredado y han perdido su identidad como tribus de Israel; y se han identificado con sus muchos países. No se han dado cuenta de que han asumido ese sentimiento nacional para identificarse en ese país, para dar el ejemplo del portador de luz a la gente.

El Maestro Ascendido San Patricio ha venido para ayudarnos a entrar en contacto con los portadores de Luz de todas las naciones, para que les alertemos del mensaje, para que les alertemos de las enseñanzas de los Maestros Ascendidos, para hacer que se unan y puedan formar el núcleo para la victoria y la salvación de la Tierra. Hasta que no hagamos ese contacto, identifiquemos nuestra hermandad, identifiquemos nuestra comunidad, no sentiremos nuestra fuerza.

San Patricio ha dicho:

YO SOY el defensor de la Mujer en esta era. Vengo, pues, para conseguir un lugar para sus hijos, hijos de la Madre que salieron de la tierra de Israel hace tanto tiempo que se han olvidado de su origen y su origen común como progenie de Abraham, de David y de Cristo, el Mesías de todos.

Vengo, pues, para entregar el mandato de la verdad, que todos los que han salido del núcleo del fuego sagrado de Jerusalén hacia los cuatro rincones de la Tierra son llamados ahora a ser hijos e hijas de Dios. Pero aún siguen como prisioneros de sus respectivas naciones, prisioneros en el sentido de que están atados por ciertas costumbres, leyes e ideologías políticas y religiosas, motivo por el cual se han olvidado de la única ley verdadera del YO SOY EL QUE YO SOY.

Por tanto, centro las energías del núcleo de fuego de mi ser aquí, en el corazón de la ciudad, la Nueva Jerusalén, y pongo el imán de mi devoción a la Madre para llamar a los rayos de la casa del SEÑOR, los rayos de Akenatón, que consideró al Dios único y al pueblo de Dios como uno solo, los rayos que llamarán a las ciento cuarenta y cuatro mil llamas de las doce tribus de Israel para que vuelvan…

Todas estas guerras y esta división que se ha creado como táctica de «divide y vencerás» de los caídos, en medio de los hermanos de Irlanda y de la Mancomunidad Británica de Naciones y los países de Oriente, todo eso sirve a ese propósito, hijos de la Luz; comprended ahora que es para mantener separados y apartados a los hijos de Israel en los últimos días.

Porque en todas las naciones hay portadores de Luz. Pero los caídos y los que nunca han elegido unirse a la luz de Dios, estos también viven en esas naciones. Y los niños de Dios, en vez de identificarse con la vida y el Cuerpo y la Sangre de Cristo, han empezado a identificarse a sí mismos como miembros de esas naciones. Y, por tanto, consideran su lealtad nacional mayor que su lealtad hacia el propósito único del Anciano de Días, Sanat Kumara, que era guardar la llama de la vida por las evoluciones de la Tierra.

Entended, pues, que para la defensa del karma y el dharma del pueblo en el que habéis encarnado, debéis consideraros estadounidenses, italianos, chinos o rusos, pero para el propósito de la salvación de la Tierra, debéis consideraros como liberadores de las naciones.

Vuestra misión y vuestra meta es liberar a las naciones con la acción de vuestra espada de la vida, es liberar a las naciones para que miren en sí mismas y nos les pise la bota y la oscuridad de quienes proclaman un gobierno mundial pero no lo hacen en el nombre de Cristo, sino en el de un humanismo científico.

Se equivocan. Y sus tácticas de «divide y vencerás» han asumido un nuevo curso en esta era. Ello consiste en aprovecharse de la realidad de la comprensión interior que tiene la gente de Dios de que, en efecto, la Tierra es una sola, y pervertir ese conocimiento de modo que el karma y el dharma del pueblo de las naciones se destruya y ellos se vean forzados a someterse a un sistema totalitario que les quite su genio natural y su vocación proveniente de las moradas de la casa del Padre…

I am of the house of Israel! I am of one of the twelve tribes! I come to return the tribes to the one God! I come to rescue all who have gone out of the way! I come as the instrument of the Cosmic Virgin to support the work of the World Mother and her emissaries in this age.[16]

See also

Sources

Mark L. Prophet and Elizabeth Clare Prophet, The Path of Brotherhood, pp. 123–50.

  1. Santiago 2:23.
  2. Génesis 12:2
  3. Génesis 15:5.
  4. Génesis 15:12-16.
  5. Génesis 26:2-5.
  6. Génesis 32:24-28.
  7. Hebreos 8:12.
  8. 1 Samuel 8:5.
  9. Jeremías 4:6.
  10. Jeremías 32:35.
  11. The essence of the original teaching of Moses and Sanat Kumara was kept by the Essene communities, who were only a small minority in the Holy Land. Jesus’ parents were part of this community, which provided the spiritual cradle for Jesus’ incarnation. It is believed by many scholars that the early Christian community grew out of the Essene community.
  12. Véase por ejemplo Raymond Capt, Jacob´s Pillar (La columna de Jacob) (Thousand Oaks, Calif.: Artisan Sales, 1977); Colonel J. C. Gawler, Dan: Pioneer of Israel (Dan: Pionero de Israel) (Thousand Oaks, Calif.: Artisan Sales, 1984).
  13. Reorganización de las letras de América según el inglés: I AM Race = ‘Raza YO SOY’. (N. el T.)
  14. Éxodo 3:14.
  15. Mateo 24:31; Marcos 13:27.
  16. Saint Patrick, April 3, 1977.