Ciudades etéricas

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Hay catorce ciudades etéricas sobre la Tierra, siete sobre los siete mares, siete sobre los siete desiertos. Estas ciudades etéricas son lugares a los que las almas de luz o aquellas que tienen la ayuda de los maestros ascendidos pueden ir entre encarnaciones o mientras duermen. Estas ciudades están intactas en el nivel etérico; están como estaban en la era de oro. La visión de Juan de la Nueva Jerusalén del Libro del Apocalipsis se deriva de la visión que tuvo de las ciudades etéricas, que establecen en arquetipo interno de la Ciudad Cuadrangular que ha de ser exteriorizada en las civilizaciones de la Tierra.

Monumento a Thomas Jefferson, Washington D. C.

El Dios del Oro describe estas ciudades:

En la octava etérica, siete ciudades etéricas de luz principales: hay oro por doquier, la luz fluye. Los ángeles caminan libremente con hijos e hijas de Dios llenos de maestría. Los niños son libres en Dios, realizando la plenitud de su cuerpo causal. Se puede ver la transparencia del indicio del Cristo, el cuerpo causal y la Presencia YO SOY, visibles por encima de esas corrientes de vida. Las calles son doradas.

El oro es el transmisor y conductor de la luz del sol, el equilibrio de la salud en el cuerpo físico y la luz solar precipitada desde el cuerpo causal de cada cual como provisión ganada en encarnaciones anteriores en la Tierra y servicio en el cielo. Por tanto, como veis no todos son igualmente ricos, incluso en las ciudades etéricas de luz, pero cada cual demuestra con su destreza, amor y maestría Divina la precipitación de esa abundancia de oro, belleza y luz, cultura y desarrollo del alma, y todas las múltiples facetas de la maestría Divina de los siete rayos.

Uno oye, con un sonido insonoro y la sintonización interior de los chakras, las notas clave de todos los maestros del cosmos. Uno se puede sintonizar, mediante la meditación a través de los chakras propios, con varias longitudes de onda de sonido, luz, belleza, inspiración y las escuelas de misterios y retiros de otros planetas y mundos lejanos.

The beauty of nature is resplendent and many-colored—the crystal-clear streams, the freshness of the air, the piercing vitality of the stars, the sense of the permeation of life with the blue ray of the will of God. There is peace and balance, equanimity. There is the sense of well-being and not the irritations and nervousness of the denser bodies we wear, the diets we eat, the vibrations of death and hell in the earth plane.

Apart from these seven major cities of light, there are the open spaces of the etheric plane where there are isolated temples, edifices of learning, other communities and types of gatherings of students of the masters.[1]

One of the greatest cities in the world for outpicturing the alabaster cities of light is Washington D.C. This is due to Saint Germain and George Washington, who lowered this matrix into form. The plan of this city goes back to the great cities of light that were in the Amazon basin in the great golden age of South America; the key buildings of the city are in white, and in many of them you will see something very much like what is seen in the etheric cities.

Sources

Mark L. Prophet and Elizabeth Clare Prophet, The Masters and Their Retreats, s.v. “The Etheric Cities.”

  1. Godfre, September 3, 1984.