Juan el Bautista

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El maestro ascendido Juan el Bautista tuvo dos encarnaciones de las que hay constancia en la Biblia: el profeta del Antiguo Testamento Elías y Juan el Bautista del Nuevo Testamento. El propio Jesús declaró que Juan el Bautista era Elías venido de nuevo.[1]

Elías subido en un carro de fuego, Giuseppe Angeli

Elías y Eliseo

La historia de Elías el tisbita y su discípulo Eliseo (una anterior encarnación de Jesús) se encuentra en el libro de Reyes, donde la ascensión de Elías se describe de esta forma: «Un carro de fuego con caballos de fuego apartó a los dos; y Elías subió al cielo en un torbellino»[2].

Después de que Eliseo presenciara la ascensión de su instructor, asumió «el manto de Elías que se le había caído» y golpeó las aguas del Jordán. Cuando las aguas se separaron y Eliseo pasó entre ellas, los hijos de los profetas vieron que el espíritu de Elías descansaba sobre Eliseo. Desde ese momento, Eliseo hizo muchos milagros, hazañas de alquimia proféticas del triunfo de su Espíritu sobre la materia durante su última encarnación como Jesús. Los relatos en los que Eliseo cura las aguas, multiplica el aceite de la viuda, abre el vientre de la sunamita y después resucita a su hijo de los muertos, la multiplicación de los panes de cebada y la curación de Naamán de lepra constan en el segundo libro de Reyes junto con otras demostraciones de la Ley por parte de este «Hombre de Dios».

 
Juan el Bautista, Guercino (1641)

Juan el Bautista

Después de ascender, Elías recibió la dispensación casi exclusiva que le capacitó para reencarnar; y así volvió como Juan el Bautista para «preparar el camino del Señor». Estuvo dispuesto a tomar forma carnal y permitió ser sacrificado a manos de Herodes, con el fin de ayudar a su discípulo a cumplir su misión.

La relación de Jesús y Juan el Bautista es una historia de gran devoción, amor y respeto, hermosa de contemplar y que apenas tiene igual. Es la historia de la relación gurú-chela, maestro-discípulo. Siendo el gran y humilde instructor que era, Juan dijo acerca de Jesús: «Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe»[3]; porque en su corazón él llevaba el gran deseo Divino de que Jesús lo superara en logro y en servicio. Quería permanecer en el trasfondo, ver la gloria, el pleno manto de su conciencia ascendida, en Jesús. Después de su vida como Juan el Bautista, volvió al estado ascendido.

Su servicio hoy

El maestro ascendido Juan el Bautista dice:

Debe existir un punto de encuentro entre el cielo y la tierra, y ese punto es el lugar del corazón. Vuestro corazón es el receptor de Dios, de los seres Crísticos; y el vientre de la Madre Divina es el recipiente de la semilla de Alfa para que nazca el Divino Varón. Por tanto, como seres Crísticos, ¡dad la bienvenida al Rey de reyes y Señor de señores en vuestro corazón! ¡Como llamas de la Madre Divina, atesorad la encarnación del Cristo!

Lo que buscamos es la materialización de la llama Divina para hacer de la tierra un cielo de luz y que toda la humanidad pueda conocer el reino de Dios dentro y fuera, la conformidad de la ley sagrada[4].

Notas

Mark L. Prophet y Elizabeth Clare Prophet, Los Maestros y sus Retiros, Volumen 1, “Elías (Juan el Bautista)”.

  1. Mateo 11:14; 17:12.
  2. 2 Reyes 2:11.
  3. Juan 3:30.
  4. Juan el Bautista, “The Proclamation of the Heralds of All Time (La proclamación de los heraldos de todos los tiempos)”, Perlas de Sabiduría, vol. 19, núm. 22, 30 de mayo de 1976.