Vigilante Silencioso

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Ojo Omnividente de Dios

Dentro del Núcleo de Fuego Blanco del Ser mora el Gran Vigilante Silencioso, el observador del destino de fuego de todos las galaxias hijo y sus evoluciones que hayan provenido del Gran Eje de la Vida. Este cargo de la jerarquía es esencial para todos los niveles de la percepción autoconsciente de Dios por todo el universo de su individualización, tanto dentro como fuera de la forma.

Concentrando la pureza del diseño inmaculado de todos quienes han salido con una patrón de identidad separándose de Dios, con o sin el don del libre albedrío, el Gran Vigilante Silencioso es el haz del ojo de Dios. Cuando está apuntado a cualquier ser o segmento del universo, ese haz «cuadra la matriz», es decir, realinea las energías con el diseño original, la imagen santísima que se estampa en el átomo semilla cuando la Presencia YO SOY nace en el corazón del Eje.

Cada amado hijo e hija engendrados por el Dios Padre-Madre está acompañado de un Vigilante Silencioso que protege la llama del Ojo Omnividente, que alimenta y expande la matriz de su destino, esa parte de la Deidad que ha de establecerse en la Mónada, primero como causa en el Espíritu y luego como efecto en la Materia.

Allá donde trabajen en el cosmos, los Vigilantes Silenciosos sostienen la red del antahkarana cósmico. Como columnas de fuego, permanecen en los Templos del Sol, imanes de perfección, espejos de Verdad Cósmica. Hilos de filigrana de luz conectados con las energías de su servicio, creando líneas de fuerza que sostienen galaxias en órbita alrededor del centro del Ser de Dios.

No es la fuerza de gravedad, que es la explicación del hombre para esta atracción entre cuerpos celestiales, sino el magnetismo del Espíritu Santo —el intenso amor del plan del Creador sostenido en el corazón de los Vigilantes Silenciosos— lo que mantiene a los flamígeros hijos e hijas de Dios en sus rondas asignadas.

El Imán del Gran Sol Central, centro de amor-pureza flamígeros dentro del Eje, es el foco del Espíritu Santo de Dios. Ello energiza los impulsos acumulados de unidad que hacen de todos los universos de la manifestación consciente de Dios un todo indiviso, una red integrada de galaxias en evolución desde una dimensión a la siguiente. El Imán del Gran Sol Central es la fuente de energía de la llama de la vida allá donde esta se manifieste. Los Vigilantes Silenciosos son los guardianes de esa llama. Con la ayuda de innumerables ayudantes, protegen su pureza y poder, su sabiduría y amor.

Vigilantes silenciosos en todos los niveles de jerarquía

Ciclopea

El Gran Vigilante Silencioso en el Gran Sol Central, a quien conocemos como Elohim Ciclopea, está rodeado de 144 Llamas Divinas, cada una de las cuales preside innumerables legiones que no tienen más que una meta en la vida: producir la imagen del Cristo por todo el Macrocosmos y el microcosmos del Ser de Dios.

Vigilantes silenciosos en todo el cosmos

Cada individualización de la Llama Divina desde el centro hacia la periferia del Huevo Cósmico está protegida por un Vigilante Silencioso. Dios no ha dejado ninguna manifestación de sí mismo sin un espíritu protector que supervise la correcta exteriorización del plan Crístico para su manifestación.

El Ser Crístico

En el hombre, el Vigilante Silencioso es el Mediador conocido como el Ser Crístico.

Devas

En la naturaleza, los Vigilantes Silenciosos que sirven bajo Ciclopea son los devas que mantienen el patrón Crístico de los benditos elementales.

Serafines y querubines

En los reinos angélicos, los poderosos serafines y los protectores querubines reciben la responsabilidad de proteger el concepto inmaculado de la vida.

Los serafines cuidan del foco de la Presencia Electrónica del Todopoderoso —el mayor Vigilante Silencioso de todos— en el mar flamígero de cristal en el mismísimo corazón del Eje. Mezclándose con el cristal y la llama, danzan ante el trono en un ciclo de veinticuatro «horas» o ciclo de veinticuatro fases.

Cada «hora» un nuevo grupo de serafines llega desde lejanos confines del cosmos para asumir su lugar sobre la plataforma que gira en torno a la Gran Llama de la Vida, foco del Dios Altísimo. Según van llegando, otro grupo se marcha y así sucesivamente cada ciclo de veinticuatro «horas». Por tanto, los grupos de serafines, cada uno en múltiplos de 144.000, permanecen ante la presencia de Dios veinticuatro «horas» y sirven en el mundo de la forma una «hora». Saturados con la radiación de fuego cristalino de Dios mismo, los serafines no pueden contaminarse nunca con las evoluciones no ascendidas (como sí lo fueron los ángeles que cayeron con Lucifer), porque es imposible reducir la frecuencia de sus auras santas.

Los serafines reciben el gran «calor» solar generado por los fuegos del corazón de Dios a lo largo de un patrón en forma de ocho utilizado para reducir la enorme velocidad de la luz Crística, emitida desde el centro del Ser de Dios a través de las «alas» de los serafines y, de ahí, a la periferia de la manifestación universal. Los serafines ayudan a los Grandes Vigilantes Silenciosos a irradiar esta luz por los universos del Macrocosmos, donde el Ser Crístico de estrellas, planetas e hijos sirve para reducir las energías transmitidas por los serafines hasta el nivel de la necesidad individual.

Así, el servicio de los Vigilantes Silenciosos es el de actuar como agentes del Imán del Gran Sol Central para reducir desde el nivel de la autopercepción de Dios hasta el siguiente las energías del potencial de Dios, para que estas puedan ser útiles y relevantes a cada etapa sucesiva de la vida en evolución.

El antahkarana

El antahkarana (la red de la vida) está compuesto de los hilos de filigrana que conectan a los Vigilantes Silenciosos que prestan servicio por todo el Macrocosmos. Este antahkarana es el conductor de las energías del Imán del Gran Sol Central. El cordón cristalino que conecta el Yo Divino y el Ser Crístico con el Imán del Gran Sol Central es parte de este antahkarana. ¡Piensa en cuántos soles y galaxias hijo, cuántas reducciones o transformaciones debe atravesar esta red antes de que la energía de Dios se vuelva asimilable y se puede utilizar!

En 1979, Ciclopea dijo:

Me acompañan en este estrado numerosos Grandes Vigilantes Silenciosos que guardan la vigilia del diseño inmaculado de cada alma, de cada sistema de mundos, cada galaxia. Contemplad a los Elohim y los Grandes Vigilantes Silenciosos innumerables por todo el gran cosmos que es Dios, sosteniendo la matriz de la luz de la Madre para las complejidades de los mundos estelares y de almas y de la luz misma[1].

Ciclopea y Virginia han explicado que estos grandes seres son conocidos como silenciosos porque «es el silencio del Sanctasanctórum interior por el que se sostiene la manifestación externa»[2].

Véase también

Ciclopea y Virginia

Seraphim

Notas

Mark L. Prophet y Elizabeth Clare Prophet, Los Maestros y el sendero espiritual, págs. 246–49.

Mark L. Prophet y Elizabeth Clare Prophet, Los Maestros y sus Retiros, Volumen 1, “Great Silent Watchers.”

  1. Ciclopea, “The Wrapping of the Earth in the Swaddling Garment of Crystal (La envoltura de la Tierra en la prenda de cristal)”, 5 de octubre de 1979.
  2. Ciclopea y Virginia, “I Will Stand upon My Watch! (¡Seguiré con mi vigilia!)”, Perlas de Sabiduría, vol. 25, núm. 13, 28 de marzo de 1982.