Afra

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El Maestro Ascendido Afra

Afra fue el primer miembro de la raza negra en realizar la ascensión. Hace mucho, ofreció a Dios su nombre y reputación para patrocinar un gran continente y un poderoso pueblo. Cuando ascendió, pidió que se le llamara simplemente «un hermano» (frater en latín), de ahí el nombre Afra. El continente de África tiene su nombre por Afra, que es el patrón de África y de la raza negra.

La historia antigua de África

Cuando África formaba parte del continente de Lemuria había antiguas eras de oro allí, cuando el pueblo apareció procedente de la luz del gran cuerpo causal del Gran Director Divino. El Gran Director Divino continúa patrocinando el plan divino del continente de África, al igual que patrocina el plan divino de los descendientes de Afra en América.

Mucha gente ha ascendido desde la raza negra; aunque desde una perspectiva espiritual, no existe tal cosa como la raza negra o la raza blanca. En el cielo los maestros no se distinguen por su raza o religión anteriores. Todas las razas de la Tierra han surgido del corazón de Dios bajo los siete rayos o siete senderos de iniciación.

Los que pertenecen a la raza «blanca» aparecieron para conseguir la maestría de las llamas amarilla (sabiduría), rosa (amor) y blanca (pureza), de ahí las varias mezclas y cualidades tonales de su piel. Estas evoluciones estaban destinadas a poner sobre el altar de Dios el don de su maestría propia en el camino de la sabiduría, el amor y la pureza. Los pertenecientes a la raza amarilla, el pueblo de la tierra de Chin –o China– prestan servicio en el rayo de la sabiduría, mientras que los que tienen la piel de color «rojo» están destinados a amplificar la llama rosa del amor divino.

Los miembros de la raza «negra» aparecieron en el rayo azul y el rayo violeta. En una antigua civilización del continente de África, la piel de la gente tenía un tono azul o violeta. Estos colores provienen del Dios Padre-Madre, Alfa y Omega, el principio y el fin, el primer rayo y el séptimo rayo.

Así como cada persona presta servicio en un rayo en concreto, los países también tienen una vocación o dharma. Dios llama a cada país a que manifieste una virtud específica para cumplir un destino determinado. Los miembros de lo que se conoce como la raza negra fueron enviados a la Tierra a dominar las cualidades del poder de Dios, su voluntad y su fe (en el rayo azul) y las cualidades de la libertad, la justicia y la misericordia de Dios (en el rayo violeta).

A lo largo de las eras, desde que salió del Edén, el hombre se ha ido apartando de este elevado estado y los colores puros de los rayos del arco iris ya no están reflejados ni en el tono de la piel ni en el aura. La división se ha establecido con las prácticas de «divide y conquistarás» de los caídos. En vez de haber razas que se aceptan unas a otras como hermanos y hermanas, existe la división: una raza que esclaviza a la otra, y la gran unidad de todos los hijos de Dios y su unidad en la llama se destruye.

La encarnación de Afra en África

Afra vivió hace 500 000 años, cuando la gente de esta antigua civilización había alcanzado un cruce de caminos. Los ángeles caídos que habían invadido el planeta Tierra dividieron a la gente. Estos ángeles malignos se propusieron destruir las razas azul y violeta. Distorsionaron los rituales y las formas de arte que una vez fueron algo sagrado para este pueblo, abriendo la puerta a la brujería, el vudú y la magia negra. Dirigieron a la gente hacia el odio, la superstición y la rivalidad por el poder.

A medida que la gente comenzó a desviar su atención de su Presencia Divina, se volvió más y más vulnerable a las tácticas de divide y conquistarás de los caídos. La civilización se dividió debido a las facciones en guerra de sus tribus. Las personas comenzaron a perder la batalla espiritual interior entre las fuerzas de la luz y la oscuridad dentro de ellas. Y su división, tanto exterior como interiormente, permitió que fueran esclavizadas bajo los poderes de la oscuridad.

Viendo la desgracia de su pueblo, Afra encarnó entre su gente para poder rescatarla. Primero identificó el rasgo que faltaba y que él percibía como el talón de Aquiles de su pueblo. Identificó el punto de vulnerabilidad como una falta de hermandad. Alegóricamente hablando, habían seguido el ejemplo de Caín en vez de seguir el ejemplo de Abel. Cuando el SEÑOR preguntó al pueblo de Afra si estaba dispuesto a entregar su vida por sus parientes y amigos, su respuesta fue la misma que la de Caín: «¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?»[1]. El que responda que no a esa pregunta, está dedicado a su ego. Jamás será el guardián de su hermano y, al final, la chispa divina que hay en él, la llama trina, perecerá.

Afra sabía que muchas personas de su pueblo habían perdido la llama trina, de la misma forma que muchos negros y blancos, por la ira, la pierden actualmente. También sabía que para poder recuperar esa llama tendrían que seguir un sendero de hermandad. Habrían de cuidar unos de otros. La única forma en que podría enseñarles a ser hermanos de todos era ser él mismo hermano de todos. Y por esto su propio pueblo le crucificó. Fue el Cristo en medio de ellos, pero ellos no le conocieron. Su avaricia de poder les cegó.

Su servicio hoy

El maestro ascendido Afra habló sobre «los poderes y peligros que conlleva el ser una nación» en Accra (Ghana), en 1976, haciendo hincapié en el tema de la unidad y de disolver nuestras diferencias en el fuego del Espíritu Santo:

Somos hermanos porque venimos de la misma Madre. Soy vuestro hermano, no vuestro señor, no vuestro amo. Soy vuestro hermano en el Sendero. He compartido vuestra pasión por la libertad. He compartido con vosotros las horas de crisis cuando contemplasteis la injusticia, cuando rezasteis al Señor pidiendo justicia y el Señor os dio el plan divino para esta nación y para este continente.

He vivido en vuestros corazones durante cientos de años mientras habéis trabajado laboriosamente bajo la carga de la opresión autoimpuesta desde el interior e impuesta desde el exterior.

The people of Afra have the supreme opportunity to learn from every civilization and every history. When materialization reaches its peak, there are only two courses open to a civilization: either material decline and decay because of indulgence, or spiritual transcendence through the alchemy of the Holy Spirit.[2]

In a later message, Saint Germain asked Afra to convey the following message to the descendants of Afra in America:

In this moment, those who call themselves the blacks of America can rise to new dimensions of freedom and liberty. But this can only come to pass through the mighty heart flame, through the understanding of the path of initiation under the Holy Spirit, through submitting yourself, your soul, to the altar of God and calling upon the Lord for an acceleration of light, a purging of inner darkness.

Though there were successes through the civil rights movement, there have been setbacks. For those successes in many instances were outer. Having gained them, the people did not understand that they must go within to the inner light in order to sustain them. We would seek the equality of all souls whatever their outer ‘color.’ We would teach you a spiritual path of true advancement on the path of initiation.

Though they know it not, the black people of America today are at the eternal Y. They must choose this day whom they will serve—whether gains in the line of material comfort and increased well-being and higher-paying jobs, or the real gain of the eternal light of Sonship and the path of immortality with all of its challenges. In this land of abundance, it is natural for all people to expect and to live according to a higher standard of living. It is when this higher standard obliterates the inner longing for the higher light and the higher way that it becomes dangerous. I would tell you that God has chosen this people as those who have become rich in Spirit.[3]

You can call to Afra for unity and for the dissolving of racial tensions through the true understanding of universal brotherhood.

Afra, our brother of light, like all ascended masters, has true humility. Kuthumi spoke of Afra’s humility:

This giant soul with his tremendous devotion was one of the unknown brothers. So long as individuals feel the need to expound upon their own personal achievements, they may well find that they are not truly a part of us.[4]

Sources

Mark L. Prophet and Elizabeth Clare Prophet, The Masters and Their Retreats, s.v. “Afra.”

  1. Génesis 4:9.
  2. Elizabeth Clare Prophet, Afra: Brother of Light, pp. 25–26.
  3. Ibid., pp. 29–30.
  4. Ibid., p. 35.