Os diré, pues, por qué esto es así: porque el único sitio en el que la llama puede morar, además del altar dedicado a eso, es el corazón vivo del adepto vivo[1].
- ↑ Serapis Bey, “The Mobilization of Spiritual Forces (La movilización de fuerzas espirituales)”, Perlas de Sabiduría, vol. 25, núm. 60.