El Espíritu de la Resurrección

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El ser cósmico conocido como el Espíritu de la Resurrección porta la llama de la resurrección, de color madreperla, para traer nueva vida y conquistar la conciencia de la muerte y el infierno.

El Espíritu de la Resurrección nos dice:

YO SOY la flamígera presencia de la resurrección. YO SOY el fuego de la mañana de Pascua. Salgo del torbellino del fuego sagrado que es Dios y YO SOY esa conciencia de regeneración, resurrección que vive, se mueve y respira en el corazón de la Llama. YO SOY esa presencia flamígera. YO SOY esa identificación con Dios, con el fuego solar, que constriñe a la vida entera a elevarse hacia la plenitud de la acción de la Ley…

Debéis comprender que sin la crucifixión no puede haber resurrección. Por tanto, en el espíritu de la resurrección vengo, como la santa María,[1] para ungir vuestros cuerpos con aceite contra el día de vuestro entierro, el entierro de la mortalidad, de la conciencia carnal. Ese es el símbolo de la crucifixión[2].

Este ser cósmico habla de la primera resurrección y de la segunda resurrección:

Os hablo de vuestro emerger del mundo de la oscuridad y de vuestra venida a la luz como vuestra primera resurrección el día en que declaréis: «¡Hoy he nacido de Dios, soy un hijo de Dios, estoy en la llama de Dios y sé quién soy!».

Esta es vuestra resurrección de la tumba de la muerte y la oscuridad y las falsas generaciones de los mundanos. Este día de días, pues, cuando aceptáis el nuevo nacer en los fuegos de la resurrección, comenzáis el sendero de iniciación. Comenzáis el camino que conduce a la segunda resurrección, después del cual os habréis puesto esa vestidura que os permitirá permanecer ante la presencia de Lúxor y los sacerdotes del fuego sagrado como preparación para vuestra ascensión en la luz[3].

Dondequiera que cualquier hombre o mujer permanece ante los iniciadores en la Gran Pirámide, ante la tumba donde el viejo yo yace, donde el nuevo yo se presentará, dondequiera que hombres y mujeres de justicia se encuentran esperando al SEÑOR para tomar parte de la gloriosa realización de unidad, allí estoy yo, el Espíritu de la Resurrección, para iniciar la espiral de la victoria.

No hay ninguna otra presencia, ningún otro poder, ningún otro saber que el de la flamígera victoria. Confiad, pues, en Dios. Confiad en él que es vuestra vida. Confiad en toda llama del corazón que brilla con resurgencia, con apoyo a la buena voluntad del cielo.

Soy esa prueba de fuego. Estoy en el centro del fuego. Construyo el horno. Os empujo por la puerta y os obligo a que disolváis esa conciencia humana en el fuego, el fuego sagrado que es la frescura del Maha Chohán, el Gran Señor que encarna el mismísimo aliento y la mismísima conciencia del Espíritu Santo[4].

Notas

Mark L. Prophet y Elizabeth Clare Prophet, Los Maestros y sus Retiros, Volumen 1, “El Espíritu de la Resurrección”.

  1. Marcos 14:3–8; Juan 12:3–7.
  2. El Espíritu de la Resurrección, 17 de marzo de 1974.
  3. El Espíritu de la Resurrección, 5 de diciembre de 1976.
  4. El Espíritu de la Resurrección, 17 de marzo de 1974.