Melchor
Melchior was one of the three “wise men from the East”[1] who attended the birth of Jesus, an embodiment of the ascended master El Morya.
The historical record
The “three Kings of Orient” probably were not kings at all but dubbed that by later tradition to fit the prophecy in Psalm 72:11, “All kings will do him homage.” Rather, the “wise men from the East” were Magi, the priest class of Persia who were the “keepers of the sacred things, the learned of the people, the philosophers and servants of God,” who also practiced the art of divination, soothsaying and astrology. During the Persian empire, they were advisers of kings, educators of princes, and were held in highest reverence.
The names of the three wise men are not mentioned in the Bible but appear to have arisen or been passed down through tradition. Eighth-century British historian Bede was the first to record their names as we know them today. Melchior signifies “king of light.”
Student of cosmic astrology
Adoring the will of God in the radiance of the Son of God, it was Melchior who perfected the science of heavenly bodies and the cycles of cosmic astrology. He followed with mathematical precision the star of the Presence of the Manchild born to the Virgin Mary, and he carried the precious gift of gold—the golden electrode of the mind of God, that mind which was to be perfectly manifest in the universal consciousness of Christ Jesus; the gold of the King of Kings, the Prince of Peace; the gold of the teaching of the eternal Christos, the Son, that steps forth from the golden Sun of Righteousness; gold—the abundant life that he would restore to all, the offering of his Mother to her children.
The journey of a soul
In a dictation given April 16, 1976, El Morya described the experiences of several of his soul’s early incarnations, perhaps on Mercury, which prepared him for his embodiment as Melchior:
¿Hace cuántos eones me convertí en un chela de la voluntad de Dios, incluso antes de conocer el significado de la palabra chela o del concepto de Gurú? Pero para mí Dios era la luz dorada del alba. Y percibí en los primeros rayos del alba la voluntad de un propósito cósmico, la voluntad de una Vida y de un Creador más allá de mí mismo.
Y durante varias encarnaciones el punto focal de mi observación de la Deidad fue la luz matutina del sol. Y poco a poco, mediante ese contacto, sin que yo lo supiera, con Helios y Vesta, se estableció un arco, un arco de flujo sobre el arco de mi propia atención. Y empecé a sentir la respuesta que mi propia llama Divina interna daba al Dios de dioses en ese Sol detrás del sol.
La observación de esta armonización con la Vida continuó durante muchas más encarnaciones hasta que no era capaz ni de empezar un día de mi vida sin este contacto y este flujo de energía, una infusión literal de mi conciencia con ideas, con la comprensión del trabajo que debía hacer. Casi se puede decir que me movía a niveles subconscientes, entrando y saliendo del sol como mi punto de contacto.
Y así sucedió que al aumentar mis devociones y al aumentar la concentración de las energías dentro de mis chakras, después de sucesivas encarnaciones entré en contacto con un maestro, un maestro de la antigua ciencia de la astrología. Era la ciencia del estudio de los cuerpos celestiales y sus influencias sobre los que evolucionan en el tiempo y el espacio. Y ese maestro me hizo adquirir una nueva percepción de la energía y del contacto que yo había hecho con el corazón mismo de la creación. Y así, por medio de la voluntad, no la mía, aunque yo la hice mía, se estableció, creció y se expandió el contacto con la Vida. Y la luz de Helios y Vesta que brillaba dentro de mi corazón se convirtió en un imán, un imán de la búsqueda de Dios a través de la aplicación de la ciencia.
Por tanto, siempre he seguido el sendero de la ciencia, ya sea en Mercurio o en la Tierra o en otros hogares planetarios de este sistema y de otros sistemas de mundos. El SEÑOR Dios me ha permitido comprender la ley de los cuerpos celestiales y los cuerpos terrenales y del flujo de energías en el tiempo y el espacio. Y me encontré convirtiéndome en uno con los ciclos de la Materia para la maestría de esos ciclos, casi, se puede decir, entrando dentro del corazón de la Materia antes de ir al exterior de la Materia. Creciendo desde dentro —desde dentro del sol dentro de la Tierra y del Sol detrás del sol— aprendí el camino de Dios y las leyes de Dios por medio de la geometría interna de la molécula, el átomo, el cosmos. Y mi apreciación de lo que al principio no llamé Dios vino por medio de la humilde percepción, la grandiosa percepción de esto, esto que es Vida, esto que es energía, esto que es armonía, esto que ahora contemplo como la voluntad de Dios[2].
Véase también
Para más información
El Morya, El discipulo y el sendero: Claves para la Maestría del Alma en la Era de Acuario.
Mark L. Prophet y Elizabeth Clare Prophet, Los Señores de los Siete Rayos (Lanto Espiritualidad).
Notas
El Morya, El discipulo y el sendero: Claves para la Maestría del Alma en la Era de Acuario.
- ↑ Matt. 2:1–12.
- ↑ El Morya, “Para Despertar a América a un Propósito Vital”, Mark L. Prophet y Elizabeth Clare Prophet, Los Señores de los Siete Rayos (Lanto Espiritualidad),libro 2, capitulo 2.