Templo del Sol de Helios y Vesta
En el centro del Sol de este sistema solar se encuentra el gran Templo del Sol de Helios y Vesta.
La invitación a viajar allí
Varias veces los maestros nos han invitado a que viajemos allí. El 6 de julio de 1984, Godfre dijo:
Y ahora, esta noche, al abandonar vuestro templo del cuerpo físico, Helios y Vesta os recibirán a brazos de abiertos de luz y amor y una gran sabiduría de las esferas en su retiro del Templo del Sol. Ángeles blancos con ígneos escudos, cascos y espadas en mano, serafines, legiones de Justinius, de Uriel, de Helios y Vesta, mis propios grupos y otros que os acompañarán al corazón del Sol, conocido como Victoria.
Así, el propio Poderoso Víctory toma su nombre del Sol de este sistema, y al Retiro de la Victoria de Helios y Vesta es a donde vamos[1].
Santa Amatista también ha descrito un viaje a este retiro:
Acudo a vosotros en la llama de la Madre del Mundo y en una carroza de fuego, de fuego violeta, y quisiera llevar conmigo a aquellos que estén listos para el ascenso… ¿Estáis listos? Subíos, pues, conmigo. Porque ahora ascenderemos a las alturas del Sol. Y nuestras alas no se derretirán, porque están hechas de oro bruñido, probadas en los mismísimos fuegos del Sol, en el corazón de Helios y Vesta.
Ahora ascendemos por encima de la copa de los árboles y sobre las nubes, y sobre los efluvios del aire. Nos elevamos más y más hacia el azul y sabemos que Dios realmente está en todas partes donde YO SOY. A la vista surgen tonos celestiales y coros angélicos, elementales que sirven a los confines exteriores del espacio…
Y así, pues, nos acercamos más a Helios y Vesta. No hallamos más calor sino más luz, y hay una frescura y un deleite. Y vemos, de pie en el centro del Sol, a nuestro Dios Padre-Madre, representantes suyos, llamas gemelas rosa y oro, con los brazos abiertos…
Al acercarse nuestra carroza en espiral –porque entramos en el Sol según las espirales del Sol que forman avenidas cósmicas para miles de millones de oleadas de vida, ángeles y también los Elohim–, entramos por una vía de luz rosa y dorada. Y los ángeles que han suspendido y guiado nuestra carroza, ahora nos llevan a un lugar de descanso. No hemos tenido ninguna sensación de movimiento, sólo que hemos visto los mares y el gran panorama de las avenidas del Infinito.
Suavemente, desembarcamos y recorremos a pie el camino hacia la sala del trono y el templo interior. Nuestro corazón está expectante y brinca en nuestro interior. Porque en el himno de los libres en que oímos tocar las trompetas (trompetas de poderosos serafines y querubines y de poderosos seres que no hemos conocido anteriormente y que danzan con alabanzas), en las flores que jamás hemos visto y en las luces cristalinas en todas direcciones, sabemos verdaderamente que esto es el corazón, el corazón de corazones, el mismísimo corazón del Ser…
Nos acercamos con presteza, con ligereza. Y por la escalera dorada, entramos. El guardián de la entrada nos da la bienvenida. Nos quitamos las sandalias de los pies. Y entramos como niños, de forma muy parecida a como nos marchamos…
Somos recibidos al fondo de un largo pasillo cubierto de una llama rosa y dorada, como si dijéramos, una llama bajo nuestros pies. Y nos acercamos, pues, a los brazos de Helios y Vesta. Todos reciben un abrazo, y el beso del Dios Padre-Madre se posa sobre la frente. Nos arrodillamos en total adoración y recibimos la bendición del Ser Infinito[2].
Véase también
Notas
Mark L. Prophet y Elizabeth Clare Prophet, Los Maestros y sus Retiros, Volumen 2, “El Templo del Sol: retiro de Helios y Vesta en el centro del Sol”.